viernes, 11 de enero de 2013

Del Libro “Una vaca se estacionó en mi lugar” de Leonard Scheff / Susan Edmiston




Un nuevo enfoque para manejar la ira

Estás en la apertura de un nuevo centro comercial a las orillas de la ciudad.  Como todas las tiendas ofrecen ventas y saldos de gran inauguración, la mitad de la ciudad está ahí.  Has buscado un lugar para estacionarte durante diez minutos.  Por fin, justo frente a ti, unas luces traseras se prenden.  Enciendes las luces direccionales y esperas a que el auto se salga en reversa justo frente a ti.  Del lado contrario viene un Jeep que se estaciona en ese lugar.  No sólo eso, sino que cuando le tocas el claxon, el conductor sale, sonríe burlonamente y te hace una seña obscena.  ¿Estás enfadado? ¡Seguro que sí!  ¿Qué te gustaría hacer en ese momento?
- Chocar su auto.
-Desinflarle los neumáticos.
- Rayarle el auto con tus llaves.
- Sacar un lápiz labial y escribir “idiota” en su parabrisas.
Sin duda, todos hemos fantaseado al menos con alguna de estas opciones o con todas.  Se han hecho películas enteras acerca de los resultados inesperados y adversos, incluido el asesinato, de esos intentos tan tontos de revancha.  Tal vez imagines que expresar tu enojo – chocar el auto agresor, etcétera – pueda ayudar a que desaparezca.  Pero veamos los costos específicos de estas diversas opciones.
- Chocar su auto probablemente dañe el tuyo, y si te ve un guardia de seguridad podría levantarte un cargo criminal. Cuando menos, el guardia de seguridad anotará el número de tu licencia y lo pondrá bajo los limpiadores del parabrisas del Jeep para que lo encuentre el dueño.  No le importará en lo absoluto que creas haber tenido una buena razón.
- Desinflar las llantas del culpable requiere de mucho valor.  ¿Puedes imaginar la tensión que sentirías al pensar, mientras el aire sale poco a poco, qué ocurriría si el conductor regresara al auto por algo que olvidó?  Como en el primer escenario, el guardia que pasaba por ahí podría no verle la gracia a la situación.
- La opción de lápiz labial es más benigna, pero incluso un garabato rápido lleva tiempo y seguramente arruinarás el cosmético.   Pero esto es vandalismo y no vale la pena arriesgarte a que un policía te vea.
Pero el costo principal podría ser que sigas cargando ese enojo contigo durante días o semanas y que se reactive cada vez que buscas un lugar para estacionarte.
…  Ahora imagina un escenario distinto.  La misma escena con luces traseras y el auto que sale en reversa frente a ti.  Sin embargo, en lugar de nuestro joven burlón, una vaca llega desde la dirección contraria y se echa justo en el lugar que esperabas para estacionarte.  Recuerda que estás a fueras de la ciudad.  Da la casualidad de que la vaca ha pasado cada tarde justo en ese espacio durante años.  Cuando tocas el claxon, te mira y muge, pero no se mueve.  ¿Estás furioso?   La respuesta para casi todos es  “No, no estoy furioso;  me hace gracia”.  Entonces la pregunta es”  “¿Cuál es la diferencia?”
Este libro espera convencerte de que no hay tal diferencia.
… Empecé con la parábola de la vaca en el estacionamiento para ilustrar algunos aspectos del enfoque de este libro en relación con la ira.  La ira suele ser una reacción inmediata pero irracional basada en una idea que tenemos.  Lo que sentimos se funda en gran medida en lo que pensamos.  Nuestra visión fantaseada sobre las intenciones del conductor del Jeep afecta cómo vemos la “realidad” y, por lo tanto, nuestra reacción ante ella.  En este caso, creemos que el conductor del Jeep ha intentado ofendernos, y a la vez, sabemos que la vaca no tiene rencillas contra nosotros;  tan sólo se comporta como una vaca.  Es un ejemplo sencillo de cómo creamos nuestra realidad – y por ende, nuestra ira – con la mente.
Como dice Buda:
Somos lo que pensamos.
Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos.
Con nuestros pensamientos construimos el mundo.
Mucho de lo que hay en nuestra cabeza es resultado de nuestro condicionamiento temprano.  A esas creencias la psicología occidental suele llamarlas “bagaje”.  Por ejemplo, estamos condicionados a creer que ciertas cosas nos harían felices, y cuando no las obtenemos, nos enojamos.  Estamos condicionados a creer que nuestro honor está en juego si alguien nos “falta al respeto”.  Estamos programados para pensar que alcanzar cierta meta en el futuro, más que vivir en el presente, nos hará felices.  Y estamos condicionados para creer que la ira es una herramienta útil para conseguir lo que queremos.
…  Si podemos estar del todo presentes en el momento y observar lo que experimentamos directamente sin sobreponer interpretaciones o creencias basadas en experiencias anteriores, eso es conciencia.  Ver el mundo de esta manera hace nuestra vida más vívida e inmediata, facilita la flexibilidad de respuesta en cada momento y crea la posibilidad de cambio. 

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