jueves, 8 de mayo de 2025

 

Del libro: “¡Con golpes NO!  De Martha Alicia Chávez

 

Las fallas naturales en la comunicación



  

Mientras tengo más años, más me asombra lo difícil que es la comunicación, los muchos bemoles y recovecos que tiene y, al mismo tiempo, lo importante que es para el éxito de las relaciones. Hace poco leí esta frase de George Bernard Shaw que me pareció simplemente ¡brillante!: “El mayor problema con la comunicación es la ilusión de que tuvo lugar”.  Es una expresión perfecta, verdadera y profunda, que no necesita elaboración ni explicación.

Pues bien, haciendo lo más adecuado que podamos hacer para mejorar nuestra forma de comunicarnos, hablemos de una de las fallas más comunes en la comunicación entre las personas, que es el uso de un lenguaje subjetivo y ambiguo. Mientras más lo sea, más se prestará a malas interpretaciones y, en consecuencia, a confusión y conflictos. En mi práctica profesional, constantemente lidio con este tipo de lenguaje, frente al cual tengo que estar muy atenta para pedir aclaración y lograr un óptimo entendimiento de la situación que me cuenta el paciente y una óptima comunicación con este. Siempre me sorprende cómo la mayoría de las personas se expresa de forma confusa y subjetiva y ni siquiera se da cuenta. Veamos algunos ejemplos concretos que nos aclaren este punto.

Tu hijo adolescente te dice;  Es que tú no me comprendes”, y tú le respondes como si entendieras a la perfección a qué se refiere, diciéndole algo sí como: “Claro que te comprendo” o “Tú eres el que no me comprende a mí”. O, si te toma de malas, tal vez respondas: “Pues, ni modo, hago lo mejor que puedo” o “sí, soy la peor madre (o padre) del mundo”.

Si tu niña se queja de que no la apoyas o no la ayudas, tu respuesta será algo como: “Eso no es verdad, siempre te ayudo”, dando por hecho que entiendes de qué está hablando.

Palabras subjetivas como esas significan algo diferente para cada uno de nosotros. Qué pasaría si en lugar de las respuestas que das normalmente, dijeras algo como lo siguiente:

·         ¿Qué necesitas que haga para que sientas que te comprendo (apoyo, ayudo, etcétera)?

·         ¿Qué te haría sentir que te quiero mucho?

·         ¿Cómo quieres que te diga las cosas para que no sientas que te estoy regañando?

·         ¿A qué te refieres cuando me dices que te ayude? Dime específicamente cómo quieres que lo haga.

 

De la misma forma, cuando tú pides o expresas algo, hazlo evitando la subjetividad y ambigüedad. Puede ser que le digas a tu hijo: “Hoy te toca ordenar la cocina después de la cena”. Un rato después vas a revisar y te pones furioso porque en tu opinión no lo hizo adecuadamente, pero tu hijo jura y perjura que sí. Entonces le muestras que no limpió la estufa, que no sacó ni acomodó los trastes en su lugar, que lo que sobró de comida no lo puso en un recipiente dentro del refrigerador, etcétera.

Así también, puede ser que a tu niño le digas: “Si te portas bien durante toda esta tarde, mañana te llevo al cine”. Pasa la tarde, y a la mañana siguiente tu hijo te pregunta a qué hora irán al cine, pero tú le responde que no irán porque le advertiste que lo harían sólo si se portaba bien. Tu hijo llora desconsoladamente porque jura que se portó bien y tú insistes en que no fue así.

La realidad es que para un niño o un adolescente “arreglar la cocina” o “portarse bien” significa algo muy diferente a lo que piensan sus padres. A veces, cuando son pequeños, ni siquiera entienden qué rayos significan esas cosas exactamente.  Pero si eres una madre o un padre que saben comunicarse, dirás algo así:

Cuando te pido que arregles la cocina me refiero a que saques y guardes los trastes que lavas, limpies las migajas de la mesa, limpies la estufa de esta manera, guardes en un recipiente lo que sobró, etcétera.”

“Si toda esta tarde me haces caso a la primera cuando te pido algo, por ejemplo, apagas la tele cuando te lo pido, te metes a bañar cuando te digo, recoges todos los juguetes y los pones en el cesto, mañana te llevo al cine.”

 

Nunca des por hecho que el otro entiende exactamente a qué te refieres con lo que dices; créeme, no es así. Los niños, los adolescentes y los adultos necesitamos lenguaje claro, concreto, específico. Desarrolla el hábito de comunicarte de esa forma y evitarás muchos malentendidos y conflictos:

-          Necesito que me ayudes a llevar las cajas al closet.

-          Te quiero platicar algo, pero por favor no me des consejos ni soluciones; solo escúchame.

-          Cuando te hablo y no me miras siento que no me escuchas.  Esto que te voy a comentar es muy importante para mí y te pido que me veas a los ojos.

-          Me pediste que te ayude con tu proyecto. ¿Específicamente qué quieres que haga?

 

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