Del libro “El regalo” de Stefanos Xenakis
LADY MUCK
Hace unos cuantos años, quedé con un amigo en un buen
restaurante, humilde, en uno de los barrios residenciales más concurridos de
toda Atenas. Llego con diez minutos de antelación, como de costumbre. Me siento
y comienzo a observar a las personas que me rodean.
En la mesa que tengo al lado hay una mujer de unos cincuenta
años, una de esas señoras bien vestidas que salen a comer. Estaba sentada con la mirada perdida,
completamente distraída. Los ingleses tienen un término para describir a ese
tipo de personas presumidas: Lady Muck.
Va ataviada de pies a cabeza con lujosas prensas de diseño. El conjunto
completo debe de haberle costado miles de euros. Tiene pinta de ser de esas
personas que solo se preocupan por sí mismas, por su casa, por su coche y,
bueno, por sus hijos.
Entra un vendedor de lotería de ochenta y tantos años,
espigado, huesudo, jorobado y apoyado en un bastón. Se acerca a la mesa de la
Lady Muck. Presiento lo que va a pasar.
Estoy convencido de que se lo va a quitar rápido de encima. Los observo con el
rabillo del ojo.
Me quedo boquiabierto cuando la Lady Muck se pone en pie de
un salto para saludarlo. Le ofrece una silla y lo ayuda a sentarse. El vendedor
está desconcertado, igual que yo. Se sienta. Ella le sirve un vaso de agua. El
anciano se lo bebe y le da las gracias.
Acto seguido, ella le alcanza el menú para que pida algo. Él
le vuelve a dar las gracias, pero lo rechaza. Sigue sin entender nada. Dicen algo, pero no lo oigo. Después veo que le da a la señora unos
cuantos boletos de lotería; un montón, de hecho. Uno a uno, sin descanso. Debe de haberle
comprado la mitad de los que llevaba.
Al final, los dos se ponen en pie. Lady Muck lo acompaña
hasta la puerta. El vendedor esboza una sonrisa de oreja a oreja y sacude la
cabeza de camino a la salida, incrédulo. La señora está todavía más contenta.
Me echo a reír para no perder la cabeza. Ahora me toca
criticarme a mí mismo en vez de a la exquisita Lady Muck. Pero he aprendido una
valiosísima lección.
NO JUZGUES A NADIE.
OBERVEA Y APRENDE.
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