Del libro “Inquebrantables” de Daniel Habif
¿Vas a seguir con tu cuerpo empotrado en el sofá? ¿Vas a
estar 40 años así?
¿No te das cuenta de que nuestra existencia es lo más breve
en esta tierra?
Supongamos que eres feliz con lo que tienes ahora; sientes
paz y gozo. Pero si aún te consume un hambre voraz de crecer, explícame, ¿qué
carajos esperas para ir a devorarte el mundo?
Cada vez que afirmas que estás bien, firmas tu acta de
defunción. Y más aún si sabes que te quedan pasos por dar, cartas por jugar y
canciones por bailar.
Te pregunto nuevamente: ¿qué carajos esperas?
Márcalo aquí, para yo saber:
___ El Momento perfecto
___ El millón de dólares
___ El socio soñado
___ El cazatalentos extraviado
___ El título universitario
___ La aprobación social
___ Una señal del cielo
___ Una epifanía angelical
Te aterra hacer tu voluntad. En este mundo importa mucho más
cómo usamos los recursos que su cuantía; importa mas cuánto haces que cuánto
sabes. Ya hemos dicho que estar dispuestos va antes que estar preparados.
Puedes tener todos los conocimientos, pero si no tienes la disposición
necesaria para enfocarte, y ponerte a hacer las cosas todos los días, de poco
te servirán.
La procrastinación es autosabotaje puro, es una
renuncia a enfrentar aquello que debes. Esta se manifiesta en las excusas
que te inventas para aplazar un mañana que nunca llega.
Suelta lo que no es para llevar; no es que te falte tiempo,
es que malgastas el que tienes. No confundas estar muy ocupado con ser muy
productivo y por favor, observa estas pequeñas grietas en tu vida, ya que
estas hendiduras generan los grandes derrumbes.
No te enfoques en comenzar sino en terminar. Pocas
cosas dan más satisfacción que finalizar una tarea pendiente, por mas pequeño
que sea este progreso hacia lo que queremos.
Toma una nueva dosis de inspiración. El estrés no
viene por la reflexión en lo que no hemos comenzado sino por la angustiante
presencia de aquellas tareas que debemos terminar.
Si quieres la vitoria, tendrás que ir a la guerra;
hay que salir a la batalla, hay que dejar los pulmones en la trompeta,
arriesgar trozos de piel, recibir zarpazos, perder algunos compañeros en el
avance. ¿O es que acaso crees que la vida es un picnic?
Muchas veces tendrás que decir “si” a aquello que te causa
temor, pero esta es la única manera de saber si “te ponchas o la sacas del
estadio”. Hazlo de vez en cuando y verás que el precipicio tiene el objetivo de
hacerte saltar o enseñarte a volar.
Aunque tu primer rugido suene como un graznido, debes de
enseñar los colmillos desde ya. Todos necesitamos algo de ferocidad: en esta
selva o ruges o te quedas como borrego.
¿Quién va a creer en ti si no lo haces tú? ¿No
comprendes que ese es el precio de ser diferente? Un precio que puede ser
sumamente alto, pero es el costo de la dignidad humana.
Es mejor ser un loco emprendedor que un empleado en sus
cabales, pero amargado. Deja de repartir currículos y comienza a repartir
volantes de tu propio negocio.
Cuando hagas las cosas, hazlas con amor, con pasión,
con sapiencia, con visión, con enfoque, sin temor y sin
mirar atrás. Y prepárate: no existe mejor inversión que la destinada a tu
conocimiento. Estudia, entiende, enfócate, discierne cada palabra y cada
tema. Pero aplica lo aprendido, porque el conocimiento cautivo en tu
cabeza es tan infértil como en un libro cerrado.
Cada momento en tu vida debe ser un manjar y un
aprendizaje. Que no pase un día del que puedes prescindir, uno del que
digas: “Pude haber vivido sin el día de hoy”.
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