Del Libro “El
contador de historias” del Dr. Camilo Cruz
El león y la gacela
Cada mañana en África una gacela se despierta. Ella sabe que debe correr más rápido que el león más veloz o morirá bajo sus garras.
Cada mañana en África un
león se despierta. Él sabe que debe
correr más rápido que la gacela más lenta o morirá de hambre.
No importa si
eres un león un una gacela… Cuando
amanezca, ¡más vale que estés corriendo!
Una narración
corta, pero de esas que gana por un knockout
porque el mensaje que comunica no tiene más que una sola
interpretación: ¡Muévete! ¡Haz algo! ¡Haz lo que sea… pero hazlo ya! No mañana, ni el mes entrante, ni el año que
viene. ¡Ya!
Esta historia me
apasiona porque, tristemente, más metas se han quedado en el papel y más sueños
han muerto como resultado de la falta de acción que por cualquier otro motivo. De modo que siempre la cuento como abrebocas a uno de los temas más espinosos de tratar,
que es:
¿qué detiene a las personas de actuar?
Parece haber un
sinnúmero de respuestas a esta pregunta:
no se sienten totalmente
preparadas, no creen contar con los
recursos necesarios, consideran que no
es el momento indicado, el miedo
al fracaso las paraliza, no tienen claridad en cuanto a las metas que persiguen, sufren de pereza o perfeccionismo o han caído
victimas de cualquiera de las miles de
excusas disponibles para justificar su inactividad.
Sin duda, para
muchos, sus explicaciones son legítimas.
Y no niego que es posible que haya algo de cierto en algunas de
ellas. Quizá sea por esto que me atrae
de manera muy especial la historia de El
león y la gacela. Porque nos dice –
sin rodeos, directo al pecho –: olvídate de todas tus razones. No
importa cuáles sean tus circunstancias, ni tus temores, ni tus dudas, no
importa si eres león o gacela, si crees que eres la presa o el cazador, no interesa si opinas que estás
preparado o no, ni si juzgas que no
es el mejor momento para empezar. Lo único que importa es que, cuando
amanezca, más vale que estés corriendo.
¿Te das cuenta
del poder tan extraordinario de este breve relato? Esa última frase (“Cuando amanezca, más vale
que estés corriendo”), te desarma, te despoja de todas tus excusas y te reta a actuar a pesar de los temores e inseguridades
que sientas.
Hay algo que
observo con frecuencia en algunos de los participantes en mis talleres. Después de tener claras las metas que quieren
lograr; de examinar los diferentes aspectos del plan de acción; de fijar
objetivos a corto, mediano y largo plazo; de fijar fechas específicas para el
logro de cada objetivo, el siguiente paso es actuar. En ese instante, lo único que queda por hacer
es traducir todos estos planes y compromisos – que hasta ese momento solo son
palabras – en acciones concretas.
Entonces, de repente, alguien levanta la mano, pide la palabra y dice
algo como: “Estoy de acuerdo con todas las decisiones, pero considero que lo
más prudente es esperar un par de días más” o “Me parece que nos estamos
apresurando demasiado” o “Considero que deberíamos pensar todo esto un poco más
antes de actuar”.
Por lo general,
es ahí cuando comparto esta historia para mostrar que lo único que va a hacer
realidad todas estas metas es la acción decidida. Este brevísimo relato logra mucho más que un
largo sermón, ya que nos advierte que, por cada gran sueño hecho realidad
debido a la determinación y persistencia de un soñador, miles de sueños nunca
llegaron a materializarse por la falta de acción.
Pero la historia
nos permite ver algo mucho más profundo.
La razón por la cual tanto el león como la gacela actúan es porque lo
que está en juego es su propia vida. El
fin con que se despiertan cada mañana estos dos animales es muy concreto:
sobrevivir. Por eso corren. Saben que, de no ser así terminarán pagando
su desidia con su propia vida. Sin
embargo, a la mayoría de nosotros, el hecho de no lograr una meta muy seguramente
no le costará la vida. Quizá sea por eso
que no siempre sentimos la necesidad de actuar con urgencia.
Debido a esto,
uno de los pasos más importantes en todo plan de metas es determinar porqué de cada meta, la razón que hará que nos
despertemos mañana dispuestos a correr tras nuestros objetivos sin importar que
la carrera vaya a durar un día, una semana, un mes, un año o diez años. Porque es claro que un sueño que no logremos convertir en una meta específica no es un buen
sueño, que una meta sin un plan de acción
concreto no es una buena meta, y que un
plan que no nos exija actuar de manera inmediata no es un buen plan. La palabra clave es acción.
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