Del libro “Educar
el carácter” de Alfonso Aguiló
El orgullo
El orgullo adopta
muy diferentes disfraces. Si lo buscas
dentro de ti, lo hallarás por todas partes.
Sin embargo, cuida de no utilizar esos descubrimientos para
desalentarte.
El orgullo te afecta
en tu propia casa. Una mirada
autocrítica a tu vida familiar revelará muchas áreas en que el orgullo la ha
empobrecido y te ha llevado por un camino equivocado. Pongamos ejemplos:
·
Marido
que interrumpe a su esposa – o
viceversa- y no escucha lo que le
dice, como si sus propias opiniones fueran las únicas que merecen ser tenidas
en cuenta.
·
O la
madre que no quiere corregir a su
hijo por temor a perder el afecto del niño.
·
O el
marido que llega tarde a cenar y no avisa porque es él quien manda.
·
O el
hijo consentido que se queja
continuamente de la comida.
Más ejemplos en
la vida diaria:
·
Estás
dando vueltas en busca de aparcamiento en el centro de la ciudad, cuando
alguien te corta el paso y ocupa el espacio libre que tenías delante. Te pones furioso, le increpas, te embarga una
ira desproporcionada.
·
O
llegas a la oficina y entregas a tu secretaria el trabajo bruscamente y le das
órdenes de forma desconsiderada y altiva,
sin dar las gracias ni mostrarte amable.
·
O
eres médico o abogado, y un cliente acude a ti con un problema y resulta que es
un poco premioso, te impacientas con
él y le apabullas con la jerga médica o jurídica.
·
O
estés en la cola, a la espera de hacer una compra, y a una anciana que tienes
delante le resulta difícil contar el dinero; te mueves con impaciencia y suspiras sonoramente con exasperación.
-Pones ejemplos
que me pueden valer a mí, pero por que no son para los hijos.
Sí que valen,
porque en la medida en que tú erradiques el orgullo de tu vida,
desaparecerá de la familia y tendrá menos arraigo en tu hijo
adolescente. Piensa que:
EN UNA GRAN PARTE DE ESTOS EJEMPLOS
LOS HIJOS SON ESPECTADORES,
Y ES ENTONCES CUANDO VAN FORMANDO
SUS CRITERIOS DE CONDUCTA
No te estoy
hablando simplemente de cuidar los modales.
Piensa en cuál es tu forma de pensar acerca de ti y de los demás:
·
Cada
vez que actúas con superioridad o
humillante condescendencia para con los demás, has caído en el orgullo.
·
Cuando
increpas a un conductor un poco
torpe, criticas a tu cónyuge o
tratas a un camarero como si fuera un esclavo, agredes la dignidad de alguien
que la merece toda.
·
Cuando
parece que disfrutas diciendo que no porque te das así aires de mucho mando, o cuando produces actitudes serviles ante ti,
degradas a las personas y te degradas a ti mismo.
·
Cuando
– quizá incluso siendo pacifista- te olvidas de la paz en tu vida cotidiana, y
resulta que eres peleón y encizañador en tu trabajo, intolerante con tu marido o tu mujer,
excesivamente duro con tus hijos, despectivo
con tu suegra, o áspero con tu
portero y tus vecinos, entonces demuestras que ninguna de tus teorías para la
paz del mundo tiene sitio en tu propia casa.
Son agresiones
que demuestran egocentrismo, y los
hijos lo ven, y lo asumen casi sin darse cuenta.
Uno a uno, cada
uno de estos episodios no significan gran cosa.
Pero cuando el orgullo se hace fuerte en esos detalles que empiezan a
acumularse, puede convertirte en un gran deseducador
en la familia.
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