viernes, 22 de octubre de 2021

“El contador de historias” del Dr. Camilo Cruz - El sembrador de dátiles

 

Del Libro “El contador de historias” del Dr. Camilo Cruz

 

El sembrador de dátiles


Una tarde viajaba cerca de la casa de Tiberio Murcia, un anciano que trabajó para mi padre hace muchos años.  Lo vi a lo lejos, ocupado en su huerta y decidí acercarme a saludarlo.

“Buenas tardes, Tiberio.  ¿Qué haces trabajando bajo este sol implacable?”, le pregunté.

“Siembro unas semillas de dátil,” contestó él, levantándose con cierta dificultad.

“¡Dátiles!”, exclamé sorprendido y solté una carcajada como quien acaba de escuchar la mayor tontería.  “¿Cuántos años tienes, Tiberio?”

“Usted sabe que ya pasé de los ochenta hace mucho tiempo”.

“Pues me extraña que no sepas que las palmas datileras tardan mucho en crecer y dar frutos… Más de veinte años, diría yo.  Y aunque te deseo que vivas hasta los cien, tú sabes que lo más probable es que no logres cosechar el fruto del trabajo que estás realizando”.

“Es posible que tenga razón”, dijo él sin parar su labor.  “Pero fíjese que me puse a pensar el otro día qué, en mis ochenta y tantos años, he comido dátiles que otros sembraron; otros que a lo mejor también sabían que no llegarían a probarlos.  Y eso me hizo comprender que hoy me toca a mí sembrar para que, en el futuro, otros también puedan comerlos.  Lo hago con gusto, así sea solo para agradecerles a aquellos que sembraron los que yo comí”.

“Me has enseñado una gran lección, Tiberio”, le dije, dándole un fuerte abrazo al anciano.  Luego, saqué algo de dinero de mi bolsillo y le dije:  “Déjame que te recompense por esa sabia enseñanza, viejo amigo”.

“Se lo agradezco, patrón.  No debió molestarse”,  respondió Tiberio con una gran sonrisa mientras colocaba el dinero en su bolsa.

“¿Se da cuenta de lo que acaba de suceder?”, agregó el anciano.  “Hace unos momentos usted decía que yo no llegaría a recoger el fruto de esta siembra.  Pero aún no termino de plantar y ya coseché este dinero y gratitud de un amigo”.

Su apunte y la sabiduría de sus palabras me hicieron reír.  “Tiberio, esta es la segunda lección que me enseñas en unos minutos; y a decir verdad, es quizá más importante que la primera.  Déjame que te retribuya también esta enseñanza”, le dije mientras le pasaba un poco más de dinero.  “Lo mejor es que siga mi camino porque, si continúo escuchándote, no me alcanzará toda mi fortuna para compensarte por tanta sabiduría”.

 

Es difícil encontrar una historia que ilustre la importancia de ayudar a otras personas a crecer sin correr el riesgo de que termine pareciendo un sermón religioso o un eslogan de una organización sin ánimo de lucro.  Quizá sea eso lo que más me atrae de este bello relato.  De una manera sencilla, nos enseña la importancia de devolverle algo al universo.  Sé que esto suena a utopía, pero estoy convencido de que para la inmensa mayoría de los asistentes a nuestros talleres, conferencias o sesiones de coaching con el ánimo de mejorar su calidad de vida, el deseo de ayudar a otros no es algo que choque con sus ideales.

Esta anécdota es hermosa por donde quiera que la mires.  Esto es importante si lo que deseas es enriquecer tus entrenamientos con historias que inspiren y que les den vida a los números, estadísticas, técnicas y estrategias que estás compartiendo con tu audiencia.

Tanto el narrador del encuentro como el personaje de Tiberio nos dejan grandes enseñanzas.  Y lo interesante es que la persona que escuche esta historia – y esto es algo que he podido comprobar durante mis charlas – termina plenamente identificada con los atributos de los dos personajes.

Por un lado, la actitud desinteresada de Tiberio, quien, aun sabiendo que no va a cosechar el fruto de las semillas que está plantando, siembra con gratitud y entusiasmo porque es consciente de que, durante su vida, saboreó el fruto de semillas que otro plantó.  De otro lado, la actitud agradecida del narrador quien, consciente de la gran lección que acaba de escuchar, decide retribuir a Tiberio con igual entusiasmo por compartirle un poco de su sabiduría.

Pero quizás una de las enseñanzas más importantes – contenida de forma implícita en el relato -  tiene que ver con el hecho de entender que siempre estamos en condiciones de dar, de pensar en otros.  Un principio con el que muchos tienen ciertas dificultades porque piensan: “No puedo preocuparme por ayudarles a otros sin primero asegurarme de tener mi situación personal solucionada”.

No obstante, en nuestra historia, Tiberio no es un rico hacendado que en las postrimerías de su vida se ha detenido a ver cómo utilizar su riqueza para beneficiar a toros.  Tiberio es un campesino humilde que toma la iniciativa de pensar en las futuras generaciones, pese a que aún debe preocuparse por su propia subsistencia.

Yo creo que la efectividad de narraciones como esta consiste en que logran conectar con las personas a un nivel emocional muy profundo y este es el efecto que debemos buscar tanto con las historias que utilicemos durante nuestras presentaciones como con toda la información y experiencias personales que decidamos compartir con nuestra audiencia.

 

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