Del libro “90
respuestas a 90 preguntas” de Martha Alicia Chavez
¿Por qué necesitamos “tener razón”?
Hace algunos días, en medio de una acalorada conversación, me descubrí actuando como la perfecta personificación de esta sabia idea expresada por Baldwin: “A veces la gente prefiere tener razón que ser feliz”. Al darme cuenta de mi actitud, también me hice consciente de las abrumadoras y desagradables sensaciones físicas y emocionales que estaba experimentando, así como de la reconfortante liberación que sentí cuando decidí soltar mi necesidad de tener razón.
A lo largo de mi
vida he visto infinidad de veces que cuando en una discusión una de las
personas no está dispuesta a ver algo –bien sea el hecho de que está equivocada
o que cometió un error, o bien el punto de vista del otro-, simplemente no hay poder
humano que la convenza, y aun cuando esa discusión se extendiera durante horas
o días, de todas maneras no lo vería, porque sencillamente no tiene la voluntad
de hacerlo. Nos convendría entonces
cuestionarnos si vale la pena invertir tiempo y energía en continuar
enfrascados en esas luchas de egos que están detrás de las discusiones por
tener la razón. Ellas sólo nos generan sustancias tóxicas y
sensaciones que enferman a nuestro cuerpo, emociones y mente.
Esta actitud,
para llamarla por su nombre, es orgullo
y soberbia, y siempre conduce a la separación y al dolor. Se manifiesta de muchas formas, como las
mencionadas luchas de poder, el deseo de venganza y, por
supuesto, la necesidad de tener razón, detrás de la cual se oculta la
necesidad de ser “el mejor”. Nos
volvemos muy hábiles para acomodar perfectamente las ideas y las palabras a fin
de que suenen como queremos que suenen, y así probar que, en efecto, tenemos la
razón.
“¿Por qué he de
ser yo quien le pida perdón, le diga que le amo o le agradezca y reconozca tal
cosa? ¡Él/Ella nunca lo hace! Que lo haga primero. ¡Y además me debe tales y tales ‘facturas’ !”
Las frases anteriores no provienen de ningún otro lugar que el orgullo y la
soberbia. Y cuando ambas personas están
en la misma posición, ¿cómo se romperá ese patrón? ¿Quién va a empezar, si
ambos esperan que el otro sea el primero? En las guerras de egos, ambas partes
quieren ganar, pero en realidad nadie gana, porque aun a costa de la propia
felicidad, el ego hace lo que sea para no perder la competencia. Por eso hay tanto sufrimiento en las
relaciones entre las personas.
Quiero invitarte
a experimentar algo: la próxima vez que te encuentres en medio de una discusión
del tipo que hemos descrito, actúa de forma diferente a aquella en la que por
lo general nos conducimos en estas circunstancias, y asómbrate de cómo la
situación cambia de dirección de una manera tan impresionante, que hasta parece
magia. Esta es mi propuesta: reconoce la parte de verdad que hay en lo que
dice la persona con la que estás discutiendo; siempre la hay. Y luego exprésale
verbalmente ese reconocimiento con algo como: “Tienes razón, no estoy
cumpliendo mi palabra”, “Tienes razón, llegué tarde”, “Tienes razón, he estado
de muy mal humor”, etcétera, según sea el caso.
Y date cuenta de cómo cambian tu
sentir y la actitud de la otra
persona.
Practicar esto
nos permite desarrollar la madurez para asumir nuestros errores y otorgarle al
otro el reconocimiento de sus aciertos y sus cualidades, lo cual a fin de
cuentas nos beneficia a ambos.
Sacrificar el propio bienestar y el de una relación por tener la razón,
simplemente no vale la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario