Del Libro “El lado
FÁCIL de la GENTE
DIFÍCIL” de César Lozano
HERIDOS
Un joven scout caminaba por la calle de la ciudad
y vio a un perro echado en plena vía sin moverse. Estaba herido. Un automóvil lo había atropellado y tenía
fracturadas sus dos patas traseras. Los
vehículos pasaban cerca y le era imposible levantarse. El joven vio allí una gran oportunidad para
hacer una “buena acción” y se dispuso a rescatar al perro herido y ponerlo a
salvo. Con mucho amor y entrega se
acercó hablándole con palabras dulces y reconfortantes, pero el perro le clavó
los dientes en las manos.
Durante mucho tiempo, este joven no entendió por
qué el perro lo había mordido si quería ayudarlo. Pasaron muchos años hasta que aquel joven vio
claro que el perro no lo mordió, lo
mordió su herida.
Cuando alguien
está mal, no tiene paz o está herido del alma y recibe amor o buen trato, puede
reaccionar igual. A veces nos topamos con pared cuando queremos ayudar a quien
sufre, pero pasa el tiempo y entendemos que son personas heridas que piden ayuda, pero a veces su primera reacción
es de rechazo o agresividad.
La reacción
inmediata de muchos ante esta agresividad es muy similar, ya que el enojo surge
porque no valoran la ayuda que ofrecemos.
Desafortunadamente, formamos un círculo vicioso donde nadie es
favorecido.
Podrás recordar
una situación similar cuando en la infancia veíamos como tiranos a quienes nos
aplicaban inyecciones para vencer una enfermedad. Recuerdo a Rosy y su cara de bondad – para í
fingida- al decirme: “No te va a doler,
Casarín, y si te duele es por tu bien.”
Ese era el fin, pero en esos momentos odiaba a quien quería hacerme
bien.
El sufrimiento nubla la vista de quien lo padece e
impide ver las verdaderas intenciones de quienes nos rodean.
Quiero
recomendarte tres acciones para tratar a quienes por dolor, desconfianza,
orgullo, soberbia o sin razón aparente, se niegan a ser ayudados.
1)
Tiempo
de espera. No siempre estamos preparados para recibir
ayuda inmediata. El tiempo de espera es
ese momento que creemos justo y necesario otorgar a quien se niega a ser
ayudado. Es el momento de negación o
reflexión en el que se digiere poco a poco lo sucedido y se analiza con qué se
cuenta.
2)
Palabras
adecuadas. Tremendo error es minimizar una pena con
frases como: “No entiendo por qué te
pones así”. “¡Estás exagerando! Yo he
vivido tragedias peores y, tú por nada te preocupas”. “Lo que debes hacer hoy mismo es…” “Es que tú no entiendes, te lo dije desde
hace tiempo y no me hiciste caso...”
Frases que por más buena intención, en esos momentos de dolor no sirven
para nada. No hay nada más reconfortante
que saber que contamos con alguien que entiende nuestro dolor, con un oyente
activo, en ocasiones las palabras salen sobrando. Hay veces que sólo vale estar ahí.
3)
Tener en
mente todas las fortalezas, los logros, los éxitos y las bendiciones de la
persona que vive un malestar. En esos momentos, es reconfortante
recordar que incluso en la adversidad siempre hay esperanza, y nuestra
vida ha tenido significado.
Es imposible no
acordarnos de quienes han estado en nuestros momentos felices, pero jamás podremos olvidar el tiempo y la
actitud de quien nos acompañó en los momentos de dolor y nos ayudó a superar
la crisis.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario