jueves, 9 de septiembre de 2021

Del Libro “El lado FÁCIL de la GENTE DIFÍCIL” de César Lozano

 

Del Libro  “El lado  FÁCIL  de la  GENTE   DIFÍCIL”  de  César Lozano

 

HERIDOS

 




Un joven scout caminaba por la calle de la ciudad y vio a un perro echado en plena vía sin moverse.  Estaba herido.  Un automóvil lo había atropellado y tenía fracturadas sus dos patas traseras.  Los vehículos pasaban cerca y le era imposible levantarse.  El joven vio allí una gran oportunidad para hacer una “buena acción” y se dispuso a rescatar al perro herido y ponerlo a salvo.  Con mucho amor y entrega se acercó hablándole con palabras dulces y reconfortantes, pero el perro le clavó los dientes en las manos. 

Durante mucho tiempo, este joven no entendió por qué el perro lo había mordido si quería ayudarlo.  Pasaron muchos años hasta que aquel joven vio claro que el perro no lo mordió, lo mordió su herida.

 

Cuando alguien está mal, no tiene paz o está herido del alma y recibe amor o buen trato, puede reaccionar igual. A veces nos topamos con pared cuando queremos ayudar a quien sufre, pero pasa el tiempo y entendemos que son personas heridas que piden ayuda, pero a veces su primera reacción es de rechazo o agresividad.

La reacción inmediata de muchos ante esta agresividad es muy similar, ya que el enojo surge porque no valoran la ayuda que ofrecemos.  Desafortunadamente, formamos un círculo vicioso donde nadie es favorecido.

Podrás recordar una situación similar cuando en la infancia veíamos como tiranos a quienes nos aplicaban inyecciones para vencer una enfermedad.  Recuerdo a Rosy y su cara de bondad – para í fingida- al decirme:  “No te va a doler, Casarín, y si te duele es por tu bien.”   Ese era el fin, pero en esos momentos odiaba a quien quería hacerme bien.

El sufrimiento nubla la vista de quien lo padece e impide ver las verdaderas intenciones de quienes nos rodean.

Quiero recomendarte tres acciones para tratar a quienes por dolor, desconfianza, orgullo, soberbia o sin razón aparente, se niegan a ser ayudados.

 

1)       Tiempo de espera.   No siempre estamos preparados para recibir ayuda inmediata.  El tiempo de espera es ese momento que creemos justo y necesario otorgar a quien se niega a ser ayudado.  Es el momento de negación o reflexión en el que se digiere poco a poco lo sucedido y se analiza con qué se cuenta.

2)      Palabras adecuadas.   Tremendo error es minimizar una pena con frases como:  “No entiendo por qué te pones así”.  “¡Estás exagerando! Yo he vivido tragedias peores y, tú por nada te preocupas”.  “Lo que debes hacer hoy mismo es…”  “Es que tú no entiendes, te lo dije desde hace tiempo y no me hiciste caso...”

Frases que por más buena intención, en esos momentos de dolor no sirven para nada.  No hay nada más reconfortante que saber que contamos con alguien que entiende nuestro dolor, con un oyente activo, en ocasiones las palabras salen sobrando.  Hay veces que sólo vale estar ahí.

3)      Tener en mente todas las fortalezas, los logros, los éxitos y las bendiciones de la persona que vive un malestar.  En esos momentos, es reconfortante recordar que incluso en la adversidad siempre hay esperanza, y nuestra vida ha tenido significado.

 

Es imposible no acordarnos de quienes han estado en nuestros momentos felices, pero jamás podremos olvidar el tiempo y la actitud de quien nos acompañó en los momentos de dolor y nos ayudó a superar la crisis. 

 

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario