Del Libro
“Comunícate Cautiva y Convence” de Gaby
Vargas
¿INTROVERTIDO O
EXTROVERTIDO?
A Francisco le
extrañó mucho cuando alguien le comentó que se cree mucho y se siente superior a los demás; no puede entender
cómo alguien lo puede percibir de esa manera.
Quienes lo
conocemos sabemos que no es así, simplemente es una persona introvertida que le incomoda entablar una
conversación con cualquier persona.
Su manera de
expresarse se va a los extremos: apenas y dice algunas palabras o hace largos
discursos si conoce bien el tema. Da la
impresión de que selecciona con cuidado las palabras.
Por lo general,
comparte poca información acerca de sí mismo y, si lo hace, habla de su forma
de pensar, más que de sus sentimientos y casi no tiene expresión corporal. Siempre se ve muy en control. Sin embargo, los cercanos a él sabemos que es
una persona muy sensible, muy querendona, pero él lo expresa a su manera.
¿Sabías que tres
cuartas partes de la población mundial son personas extrovertidas y que la
cuarta parte restante es introvertida? En este mar de extrovertidos es fácil
que una persona introvertida se sienta
como pez fuera del agua. La razón
es que nuestra cultura valora y premia habilidades como acción, rapidez,
desenvoltura, competencia y dirección dinámica. Es más, hay una actitud generalizada de
rechazo para quienes acostumbran estar solos o reflexionan las cosas antes de
actuar. Ahora, los ideales son: “Sal,
conquista y gánatelos”, “tu
aviéntate” o “sólo hazlo.” Como resultado, las personas introvertidas tienen que desarrollar destrezas
extraordinarias para adaptarse a un mundo en el que se les presiona
constantemente para actuar, responder y ser como los demás.
De acuerdo con
varios estudios, en especial los del psicoanalista Carl Jung, nacemos con un
temperamento que nos ubica en una línea continua entre ser muy introvertidos o
muy extrovertidos, y todos tenemos un
“nicho natural” en el que funcionamos mejor. Si estamos conscientes de ello, mejoramos
nuestra habilidad para movernos dentro de esa línea y, aunque es algo que no
podemos cambiar, podemos trabajar con nuestro temperamento y no contra él.
Las principales
diferencias:
1. Carga de energía. Los introvertidos sacan energías de su
“mundo interior” de ideas, emociones e impresiones; se enfocan hacia
adentro. Son conservadores de energía,
fácilmente pueden sentirse sobrestimulados por el mundo exterior. Las reuniones sociales con muchas personas
los agobian. Ellos son como una batería
recargable: necesitan detenerse en el camino para recargar pilas. Esto lo consiguen en un ambiente tranquilo, solos o con pocos amigos. No es que no
les guste la gente o que sean tímidos o antisociales, simplemente es su “nicho
natural” y son sociales a su manera.
Los extrovertidos, por el contrario, se llenan de energía por medio
del mundo exterior, es decir, con actividades, gente, lugares y cosas. Les
fascinan las reuniones, conocen a muchas personas y consideran a todos como si fueran sus amigos. Son gastadores de energía y se enfocan hacia
fuera. Les incomodan los largos periodos
de inactividad, la reflexión interior, estar solos o con una sola persona.
2. Respuesta
al estímulo. A los
extrovertidos le gusta experimentar mil cosas a la vez, disfrutan de la
variedad y se aburren pronto. Después de estar activos se sienten
estimulados y desean más acción. Gozan
de platicar por encimita con todos, aun con extraños, y, para ellos, es más fácil hablar que escuchar. Hablan o actúan sin sentir que sea necesario
pensar las cosas primero. Por lo
general, son personas entusiastas y muy
animadas.
A los introvertidos les gusta enfocarse
en dos o tres asuntos sin sentir presión
y prefieren informarse acerca de lo que van a experimentar. Son personas tranquilas, controladas y les gusta observar. Los introvertidos guardan mil cosas en su
interior, por lo que cualquier cosa que venga del exterior eleva fácilmente su
nivel de intensidad. Prefieren escuchar que hablar y, cuando
lo hacen, tocan temas de interés para su interlocutor. Incluso, pueden platicar con quien sea y
disfrutarlo pero, al rato, sienten la necesidad de salir a tomar un poco de
aire. Asimismo, les gusta que la gente
vaya a su casa, pero que no se quede mucho tiempo. La situación se parece a cuando nos hacen
cosquillas: la primera sensación es agradable, divertida y, en menos de un
segundo, se vuelve incómoda. Los extrovertidos también necesitan
momentos de descanso, pero por diferentes razones. Cuando estudian o trabajan, les cuesta mucho concentrarse durante
largos periodos y suelen levantarse del asiento, dar una vuelta a la
máquina del café o hablarle a un amigo.
A ellos les gusta estar en el
“ambiente” y donde “está la acción”.
Si un
introvertido cierra la puerta de su cuarto, no contesta su celular o no te
devuelve las llamadas no lo tomes a mal, simplemente está recargando las
baterías.
3. Lo ancho y lo profundo. A los extrovertidos les gusta saber un poquito de todo.
Cuando experimentan algo nuevo, no se detienen a interiorizarlo y, de
inmediato, buscan su siguiente experiencia.
A los introvertidos les gusta la
profundidad. Pocas experiencia, pero profundas, en las que se reflejen y se
expandan. Les gusta conversar sobre
puntos que sean enriquecedores y odian el small
talk.
Cuando comprendemos lo diferentes y únicos que somos,
podemos reflexionar que, si
somos introvertidos, conviene balancear nuestro tiempo entre estar a solas y
estar con el resto del mundo, para no perder perspectivas y
conexiones. Procura conectar tus
emociones y comunicarlas; al hablar, sé más explicativo para que la gente
comprenda lo que quieres decir. Ser más
cálidos con las personas para no quedarnos sólo con lo que piensa nuestra
cabeza y romper con esa imagen de “distantes” que podemos tener. Y, si somos extrovertidos, es
necesario balancear nuestro tiempo entre
periodos de hacer, con momentos de sólo estar, para evitar perdernos en
un remolino de actividades y ansiedad.
Pero, sobre todo, es un gran
alivio dejar de ser
alguien que no somos.
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