Del Libro “Comunícate Cautiva y Convence” de Gaby Vargas
¿Ser o estar ELEGANTE?
¿Qué es ser
elegante? Elegancia evoca muchas
impresiones. Es algo difuso, intangible
y misterioso que logran determinadas personas y las hace especialmente
atractivas.
¡Qué agradable es
ver a una persona elegante! Alguien que nos dice todo sin decir nada y cuya
personalidad es más importante que las cosas que posee. Pero, ¿cómo se logra? ¿En qué consiste?
Dice Miguel Ángel
Martí, en Elegancia, el perfume del
espíritu: “El secreto de la
elegancia es inaccesible, pero de alguna forma se pueden rastrear las huellas
de donde emerge.”
Algunos puntos sobre cómo describir la elegancia
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La elegancia,
más que una cualidad externa, tiene
que ver con la riqueza interior de la persona. Tal vez con el bien, la verdad y la belleza,
más que con su clóset o con su coche.
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Lo que somos por dentro lo manifestamos
por fuera. La elegancia muestra nuestra forma de ser y,
por eso, tiene algo de irrepetible.
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La
elegancia conlleva una fuerte carga de humanidad, de delicadeza y de cariño,
que, después de todo, es lo que nos hace la vida agradable. Ahora que, al tratar de “estar elegante”,
corremos el riesgo de actuar con frialdad.
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Existen
muchas personas que, por su educación, pueden “portarse” elegantes, pero
carecen absolutamente de esa calidez.
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Dice
Martí que hablamos de lo que pensamos y pensamos en función de lo que
somos: elegantes o vulgares. Lo que de bello o elegante pueda haber en las
personas, es una presión de belleza que anida en el espíritu.
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La elegancia no es una cualidad que se dé de vez en cuando o en una circunstancia
determinada porque, en realidad, más que “estar elegante”, de lo que se trata
es de “ser elegante”.
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La
ropa y los cosméticos no logran ocultar la vulgaridad que puede albergar el
alma.
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La
elegancia no se improvisa, como un vestido, sino que se adquiere en un largo
proceso de elecciones personales. La
palabra elegancia viene de “elegir” De ahí su valor.
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La elegancia es exigente, y fácilmente se
puede perder. El abandono, la pereza y
el desinterés pueden producir auténticos estragos.
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Como
la elegancia no es una virtud cómoda, exige que el alma esté alerta para evitar
concesiones que la dañen.
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Detrás
de un comportamiento elegante hay inteligencia y voluntad. La inteligencia nos
ayuda a escoger lo mejor y la voluntad favorece que lo llevemos a la práctica.
La elegancia en
el vestir.
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Decía
Coco Chanel que la elegancia es eterna mientras que la moda es pasajera.
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Cada
época tiene cánones de elegancia que responden a la sensibilidad estética del
momento. Sin embargo, una persona
anticuada nunca es elegante, porque la elegancia siempre tiene un toque de
vanguardismo.
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Aunque
la moda no sea una garantía de belleza, tampoco lo clásico tiene ese privilegio
·
Lo
más llamativo o lo más ostentoso, nunca será lo más elegante.
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La
elegancia se crea en torno a un sello personal, a un estilo particular en el
que puede estar presente la moda, pero en forma discreta.
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Hay
que evitar los estereotipos, lo muy común o popular, porque siempre
despersonalizan.
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Sólo
las cosas se pueden hacer en serie, por eso son tan fáciles de manejar y
terminan siendo aburridas. Recuerde el
dicho: "conocido uno, conocidos
todos”.
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La
elegancia es un bien adquirido, una conquista personal.
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Es la
cualidad humana que consiste en elegir lo mejor con base en la inteligencia y
el conocimiento. Lo paradójico es que
cuando nos empeñamos en que el atuendo personal sea el centro de nuestras
ocupaciones y preocupaciones, por lo general conseguimos el efecto contrario y
la frivolidad nos delata como personas poco inteligentes.
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Ser
esclavo de la moda no es sinónimo de elegancia, por lo que el interés por
vestir elegante no debe rebasar los límites de lo razonable.
La elegancia
como actitud.
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La
elegancia se asocia al silencio, al saber escuchar y callar.
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La
persona elegante cuida lo que dice para no apabullar a los demás con palabrería
exagerada y para no caer en comentarios inoportunos.
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La
elegancia también está presente en el modo de llevar la conversación, en los
temas que se tratan, en los que se omiten y, por supuesto, en el vocabulario
que se utiliza.
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La
forma de hablar de una persona dice más que su vestuario.
A manera de conclusión: en la manera de hablar, de
moverse, en la expresión del rostro, en el vocabulario que utilizamos, en las
prendas que elegimos, en los temas de conversación, en el modo como resolvemos
las situaciones conflictivas, en el tono de la voz, en el respeto que
manifestamos y en los detalles de educación está la elegancia ¡Y, por supuesto, todo esto debe rodearse con
sencillez y naturalidad! Así que, como
ves, ser elegante es algo más que estar elegante.
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