Había una
vez un hombre que se quejaba porque decía que él tenía mala suerte, a
diferencia de las demás personas.
Se quejaba
de tener demasiados problemas, y entonces fue a consultar a un sabio. Le pidió que le diera una solución para ya
no tener problemas. El sabio, que
era muy sabio, le dijo que fuera al pueblo y preguntara casa por casa si había
alguien que no tuviera problemas, y que además tuviera un grano de mostaza para
darle. Le dijo que el grano de mostaza
de la persona sin problemas resolvería los de él.
El hombre se
fue muy entusiasmado, en busca de la persona sin problemas que tuviera un grano
de mostaza que darle. Golpeó una puerta
y otra preguntando, pero en todas las casas lo que hacían era contarle los
problemas que tenían.
Así acabó
por comprender que su situación no era en nada diferente de la del resto de las
personas, y hasta empezó a interesarse por ayudar a resolver los problemas que
escuchaba de los demás. Eso fue lo que
efectivamente le ayudó a poner sus propios problemas en perspectiva, y a darse
cuenta de que eran mucho menores de lo que pensaba.
El sabio ni
siquiera lo esperó, porque sabía que nunca encontraría una persona sin
problemas.
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