A menudo en mis discursos muestro mi filosofía sobre el
fracaso de la siguiente manera: me tiro
al suelo sobre mi abdomen y continúo hablándole al público en esa
posición. Como no tengo miembros, tal
vez piensas que no puedo volver a levantarme solo. También el público se imagina eso.
Cuando era muy pequeño, mis padres me enseñaron a levantarme
de una posición horizontal. Ponían
almohadas abajo y me convencían de que me apoyara en ellas. Pero yo tenía que hacerlo a mi modo, la forma
difícil, por supuesto. En lugar de usar
las almohadas, me arrastraba hasta una pared, silla o sillón, apoyaba mi frente
sobre alguno de estos muebles para equilibrarme y luego me iba levantando
pulgada por pulgada. No es muy
elegante, ¿verdad? Pero, ¿qué se siente
mejor?, ¿levantarse o quedarse
tirado? Eso sucede porque no fuiste
diseñado para arrastrarte por el suelo, fuiste creado para levantarte una y
otra y otra vez, hasta liberar todo tu potencial.
Al mostrar en mis pláticas el método para levantarme, de vez
en cuando tengo algún problema técnico.
Por lo general hablo desde una plataforma elevada, un proscenio, incluso
un escritorio o mesa si estamos en un salón de clases. Una vez, en una escuela, me caí de la mesa
antes de poder darme cuenta de que alguien, con muy buenas intenciones, había
encerado la superficie antes de mi discurso.
Estaba más resbalosa que una pista olímpica de hielo. Traté de limpiar una sección de la mesa para
poder asirme, pero no tuve suerte. Fue
un poco embarazoso cuando tuve que interrumpir la lección y pedir ayuda: “¿Podría alguien echarme una mano?”
En otra ocasión, estaba hablando en un evento de caridad en
Houston ante un público muy nutrido y distinguido. Ahí estaban Jeb Bush, ex gobernador de
Florida, y su esposa, Columba. Cuando me
prepara para hablar de la importancia de no rendirse nunca, me dejé caer sobre
mi panza como de costumbre. La multitud
se quedó en silencio, también como de costumbre.
“Todos fracasamos de vez en cuando”, dije. “Pero fracasar es como tropezarse: tienes que
seguir poniéndote de pie y aferrarte a tus sueños”.
El público realmente estaba muy involucrado, pero, antes de
que yo pudiera siquiera demostrar que tenía la capacidad de levantarme de
nuevo, salió una mujer apresurándose desde el fondo de la sala.
“A ver, déjame ayudarte”, dijo.
“Pero no necesito ayuda”, susurré entre dientes.
“Esto es parte del discurso”.
“No seas tonto.
Déjame ayudarte”, insistió.
“Señora, por favor. En
verdad no necesito su ayuda, estoy tratando de demostrar algo”.
“Bueno, entonces, si estás seguro de eso, cariño”, me dijo
antes de volver a su asiento.
Creo que, cuando la vieron sentarse de nuevo, las personas
del público se sintieron casi tan aliviadas como cuando vieron que yo me
levantaba otra vez. A veces, la gente se
pone muy emotiva cuando se dan cuenta de que me basta con poner la frente en el
suelo.
La gente se identifica con mi batalla porque todos
batallamos. También te puedes sentir
identificado cuando tienes planes y te estrellas con un muro o cuando llegan
muy malos tiempos.
Tus problemas y tribulaciones son parte de la vida que
compartes con toda la humanidad.
Incluso cuando ya has creado un sentido del propósito en tu
vida, cuando sigues confiando en las posibilidades, cuando tienes fe en el
futuro y aceptas tu valor, cuando mantienes una actitud positiva y te niegas a
que los miedos te detengan, seguirás tropezándote con obstáculos y
desilusiones. Pero nunca debes pensar
que el fracaso es una etapa final, nunca debes equipararlo con la muerte
porque, la realidad es que, en cada batalla, tú estás viviendo la vida. Estás ahí en el juego, los desafíos que
enfrentamos nos pueden ayudar a ser más fuertes y a prepararnos mejor para el
éxito.
LAS LECCIONES DE
PERDER
Debes tratar de considerar que tus fracasos, en realidad,
son regalos porque casi siempre te están preparando para el gran momento del
éxito. Entonces, ¿cuáles son los
beneficios que se derivan de un contratiempo o una derrota? A mí se me ocurren por lo menos cuatro
valiosas lecciones que aprendemos a través del fracaso.
Es un gran maestro.
Construye el carácter.
Te motiva.
Te ayuda a valorar el éxito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario