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Para una mujer, ser la soberana
de su propia vida significa ser
RESPETADA en sus DECICIONES, desde elegir de qué color teñirse
el cabello, cuales plantas sembrar, de qué tamaño comprar un mueble y cómo
vestirse SIN SER DESAPROBADA por su hombre, hasta concederse el derecho de NO
ser buena cocinera sin sentirse inferior y culpable.
Significa también poder darse permiso
de ser fiel a su naturaleza femenina, expresiva,
cíclica, parlanchina y profunda, que le pide que su sabiduría, otorgada por
el solo hecho de ser mujer, sea escuchada y respetada, y que su sensibilidad se
valore y se proteja.
El que una mujer sea la soberana de
su propia vida implica poder contar sus
propias historias, caminar sus
propios senderos y realizar sus propios sueños, pues ya está cansada
de realizar los de otros.
La mujer soberana de su propia vida
requiere que su hombre le permita expresar
sus sentimientos, no que la desprecie si lo hace. Y él la desprecia porque cree que esos
sentimientos son estados permanentes, porque desconoce que su mujer – como la
Luna, la Madre Tierra y la Vida – es un ser de ciclos.
La mujer soberana de su propia vida necesita que su hombre la apoye en sus sueños, no que los destruya. Y su hombre los destruye porque tiene miedo…
de que se vaya, de que no lo encuentre interesante, de que lo deje y le abra
las dolorosas heridas de abandonos pasados, infantiles, fulminantes.
Pero cuando un hombre mata los sueños
de su mujer, cuando a todo le contesta con un frustrante NO, se burla de ella,
critica su cuerpo y desprecia sus sentimientos, cuando cree que es su dueño y
no su compañero; cuando le detiene los
pies para que no vuele y la amarra con cadenas de culpa y vergüenza…. A ella se
le muere algo… Y se va…. Se va aunque se quede. Y aquel temido abandono llega, porque, aunque
su cuerpo viva con él, su corazón habrá escapado en un vuelo de palomas.
Hombres… ¡no tengan miedo! Porque, sin importar cuáles sean las
necesidades, deseos y sueños de su mujer, ustedes y nuestros hijos siempre
son la prioridad. No podemos hacerlo
de otra forma; está en nuestra
naturaleza y en cada célula de nuestro cuerpo.
Si un hombre apoya el anhelo de su mujer de ser la soberana de su
propia vida, con todo lo que esto significa, tendrá– como el caballero del
cuento – a la mujer hermosa en lugar de la bruja.
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