Vayamos a capturar insectos con más
frecuencia
Una tarde de otoño salí corriendo de la universidad donde
daba clases rumbo a casa. Preparé una
cena rápida, amenacé a mi hija de nueve años, Christi, para que se apresurara y
terminara su tarea “o de lo
contrario….”, y reprendí con seriedad a Del, mi esposo, por dejar sus zapatos
sucios sobre la alfombra. Luego aspiré
desesperada la alfombra de la entrada porque un grupo de prestigiadas damas
pasaría a recoger ropa usada en buen estado para una buena causa; más tarde, un estudiante graduado iría a nuestra
casa para trabajar en una tesis muy importante – una que estaba segura haría
una acertada contribución a la investigación.
Al detenerme a tomar un respiro escuché a Christi platicando
con una amiga en el teléfono. Sus
comentarios fueron algo así: “Mamá está limpiando la casa porque algunas
damas que ni siquiera conocemos van a venir a recoger ropa vieja usada…. Y un
estudiante de la universidad viene a trabajar en una tesis… no, no sé qué es
una tesis… sólo sé que mamá no está
haciendo nada importante…. Y no irá a capturar insectos conmigo”.
Antes de que Christi colgara el teléfono, yo me había puesto
un pantalón y unos tenis viejos, había convencido a Del para que hiciera lo
mismo, había colocado en la puerta una nota para el estudiante diciéndole que
volvería pronto, y había colocado la caja con ropa usada en la terraza del
frente con una nota que decía que Del, Christi y yo habíamos ido a capturar
insectos.
Doctora
en filosofía Bárbara Chesser
.
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