Del libro “El regalo” de Stefanos Xenakis
HABLA CONTIGO MISMO
Cuando era pequeño, no soportaba las alcachofas; ahora son
mi comida favorita. Después de eso, decidí que debía permitir que entraran más
cosas nuevas en mi vida. ¿Quién sabe qué acabará siendo mi próxima cosa
favorita?
Si alguien me hubiera dicho años atrás que hablara conmigo
mismo, me habría reído en su cara. Pero lo cierto es que es imprescindible que
lo intentes. La primera vez que leí algo sobre las afirmaciones fue en un libro
de Luise Hay. Una afirmación es todo lo que te dices a ti mismo, con
independencia de que lo verbalices o seas consciente de su existencia. Todos los
días, el cerebro tiene unos cuarenta mil pensamientos, uno cada dos segundos.
La mayoría son subconscientes y generalmente negativos. Un niño de diez años se
pasa miles de horas recibiendo lecciones en casa, la escuela u otros canales.
Todos aquellos “no hagas eso” son semillas que acaban echando raíz, hasta que
germinan y finalmente, producen fruto: uno cada dos segundos.
Casi todos los padres apoyan a sus hijos hasta que dan sus
primeros pasos y pronuncian sus primeras palabras. A partir de ese momento, la
mayoría limita a sus hijos sin saberlo, igual que a ellos los limitaron sus
padres. “¡Cuidado!” “¡Te vas a caer!” “Eso no es para ti.” Etcétera. Siembran la
peor de las semillas en sus retoños: la de la impotencia. Y son muchos los críos que se lo creen. Creen que no pueden decidir sobre sus vidas y
que no valen nada. Y terminan detestándose a sí mismos y luchando contra la
vida sin motivo alguno.
La mente necesita plántulas nuevas, porque se ha llenado de
malas hierbas.
Las afirmaciones son las nuevas
semillas
Que plantamos en nuestros cerebros.
Las afirmaciones son tu nueva verdad.
Siéntate frente al espejo y dite cosas bonitas, muchísimas
veces, una y otra vez. Hasta que te las
creas. Puede que tardes meses o incluso años. Te costó años llenarte la mente
de negatividad, así que sustituirla por pensamientos positivos lleva su tiempo.
Deberías ponerte con las afirmaciones temprano, en cuanto te despiertes, y por
la noche antes de irte a dormir, cuando el terreno para sembrarlas esté en un
estado óptimo. Formúlalas en presente y que sean positivas, y recuerda que solo
deben afectarte a ti, puesto que no eres nadie para decidir sobre la mente de
los demás.
Las niñas y yo llevábamos años con las afirmaciones. “Soy
una persona válida” es una de las que más repetimos, unas cien veces todas las
mañanas y noches. Cuanto más las digas, más te las creerás. Y cuanto más te las
creas, mejor te sentirás. Las afirmaciones son las semillas. Sobra decir que tendrás
que regarlas, cuidarlas y fertilizarlas para que crezcan. A eso se le llama “acción”.
Un día, mi hija de seis años me dijo:
—Oye, papi, ¿sabes lo que pasa cuando me repito muchas veces
lo de que soy una persona válida?
—¿Qué pasa?
—Que sonrío sin saber por qué.
Ese es el poder de las afirmaciones., Hacen que te sonría el
alma.
SIN SABER POR QUÉ…