Del libro “Joderillo
Una luz en la oscuridad” de Fidel
Alcántar Pérez
– Edad es una palabra que, conforme transcurre nuestra vida, va cambiando de tonos y matices; en ocasiones la descubrimos o deletreamos como: “i-n-o-c-e-n-c-i-a”, “t-e-m-o-r” o “m-a-d-u-r-e-z”. Con asombro, observo al pequeño que feliz y gustoso exhala para apagar cinco velitas y sencillamente no sucede algo extraordinario; su pensamiento se dirige a un pastel, una piñata, dulces y golosinas, y lo más importante para él: sus regalos”.
Demi había
captado la atención del público, pues su discurso vislumbraba un conocimiento
profundo y garantizaba un aprendizaje muy significativo. Entonces, continuó con
su elocuente presentación:
– ¿Qué pasa
con el joven púber que pretende
imitar a su hermano mayor o al hermano de su amigo? Desea fervientemente
alcanzar dieciocho o veinte años cuando ha llegado solamente a catorce… Aquel
que oficialmente cumple su mayoría de edad se considera un adulto, una persona
madura y con un conocimiento y entendimiento tan amplio que le permite volverse
hacia atrás y esbozar una arrogante y sarcástica sonrisa para decirle al joven
adolescente: ¡aún eres un niño!
Durante el
periodo de los veinte el mundo rueda
y se encuentra a tus pies; crees tener el poder y la fuerza para cambiar todo,
pero lo que menos aceptas es un cambio en ti.
Llegas a la etapa de los treinta
y te parece que “edad” no existe en tu vocabulario. Es una etapa peligrosa, ya
que pones demasiada atención en quienes te rodean, en el “qué dirán”, y si no
despiertas a tiempo habrás cedido el control de tu vida. Es triste llegar al periodo de los cuarenta y sumirte en la molicie o
simplemente navegar en la mediocridad.
En este
momento la gente se mostró inquieta, pues para muchos “mediocridad” era una
palabra muy fuerte y se sintieron aludidos, pero no dejaron de prestar
atención. La presencia de Demi tenía anonadados a todos los asistentes.
– Durante
esta etapa, y en algunos casos desde la etapa anterior – continuó – hablar de
edad se considera una falta de respeto, una imprudencia, una indiscreción,
hasta piensas que invaden tu intimidad. Súbitamente,
te anticipas a los hechos y ya empiezas a considerarte un viejo roble… así
continúas durante los cincuenta.
Cuando los sesenta se manifiestan, ya no eres
joven ni viejo, eres un sapientísimo filósofo con la capacidad y facultad para aconsejar,
para criticar y para reprender. Eres un ejemplo para los más jóvenes. Deseas
esculpir tu huella. Te consideras una
persona interesante. Eres sabio, no un
necio. Eres elocuente, no arrogante.
¿Acaso te has infectado con el virus de la egolatría?
Después de los setenta requieres ser comprendido y
aceptas que la vejez ha tocado tu puerta; la edad se ha convertido en orgullo y
satisfacción. Utilizas el adagio o
dicho: “¡Como te ves me vi, como me ves te verás!”. ¿Deseas ser un senil encorvado que ya no
quiere alzar su mirada y solo piensa en derrumbarse? O, ¿quieres seguir en
posición enhiesta con la vista al cielo intentando alcanzar las estrellas y la
gloria del Creador?
La decisión
está en ti. Tu cuenta personal de
emociones y sentimientos reforzará tu actitud ante la vida y te indicará el
camino a seguir. ¿Por qué permitir que nos acompañe la angustia, la
frustración, la amargura de nuestros pensamientos? Podemos cambiar, solo se
necesita querer y decidir hacerlo. Robin Sharma dijo: “La edad no es más que un estado de la mente” – Finalmente, Demi
concluyó – Además de un estado mental, la edad es un estado espiritual que te
hace recordar que sigues acercándote al Creador. Por favor, sean felices. Yo deseo seguir viviendo; sonreír y divertirme.
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