miércoles, 16 de noviembre de 2022

Del Libro “Educar el carácter” de Alfonso Aguiló - Susceptibilidad

 

Del Libro “Educar el carácter”  de  Alfonso Aguiló

 

Susceptibilidad.  Piensa bien y acertarás


 

Las personas susceptibles acarrean una pesada desgracia:  la de ser retorcidos.  Complican lo sencillo y agotan al más paciente.  Viven siempre con la guardia en alto, a pesar de lo cansado que resulta.  Son capaces de encontrar secretas intenciones, conjuras o malévolos planteamientos en las cosas más sencillas.  Imaginan en los ojos de los demás miradas llenas de censura.  Una pregunta cualquiera es interpretada como una indirecta o una condena, como una alusión a un posible defecto personal.  Con ellos hay que medir bien las palabras y andarse con pies de plomo para no herirles.

La susceptibilidad tiene su raíz en el egocentrismo y la complicación interior:  “que si no me tratan como merezco…, que si ése qué se ha creído…,  que no me tienen consideración…,  que no se preocupan de mí…,  que no se dan cuenta…”, y así ahogan la confianza y hacen difícil convivir.

Veamos algunos ejemplos de ideas para alejar ese peligro:

·         Guardarse de la continua sospecha, que es un fuerte veneno contra la amistad y las buenas relaciones familiares.

·         No querer ver segundas intenciones en todo lo que hacen o dicen los demás.

·         No ser tan ácidos, tan críticos, tan cáusticos, tan demoledores:  no se puede ir por la vida dando manotazos a diestro y siniestro.

·         Salvar siempre la buena intención de los demás:  no tolerar en la casa críticas sobre familiares, vecinos, compañeros o profesores de los hijos.

·         Confiar en que todas las personas son buenas mientras no se demuestre lo contrario:  cualquier ser humano, visto suficientemente de cerca y con buenos ojos (Plotino decía que todo es bello para el que tiene el alma bella), terminará por parecernos, en el fondo, una persona encantadora:  es cuestión de verle con buenos ojos, de no etiquetarle por detalles de poca importancia o juzgarle por la primera impresión externa.

·         No hurgar en heridas antiguas, resucitando viejos agravios o alimentando ansias de desquite.

·         Ser leal y hacer llegar nuestra crítica antes al interesado:  darle la oportunidad de rectificar antes de condenarle; y no basta con decir : “si ya se lo dije y no hace ni caso….”, porque además muchas veces no es verdad.

·         Soportarse a uno mismo, porque muchos que parecen resentidos contra las personas que le rodean, lo que en verdad les sucede es que no consiguen luchar con deportividad contra sus propios defectos.

 

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