Del Libro “Perdonar” de Robin Casarjian
Disculparse
En muchos casos,
la mejor manera de abordar a una persona a la que hemos hecho daño o hemos
tratado con insensibilidad es reconocer
la verdad francamente y pedirle disculpas.
Algunas personas sienten alivio y acogen con gusto la oportunidad de
sanar la relación. Eso no significa
necesariamente que uno o la otra persona vayan a reanudar una relación
activa. Pero sí quiere decir que uno
comienza a descargarse de un pasado doloroso.
Disculparse puede
ser muy liberador, pero sólo cuando se
hace de corazón y sin expectativas.
Esperar que la disculpa sea aceptada con alegría es predisponerse a
enfadarse si no es así. Recordemos que,
pese a las disculpas, el verdadero remordimiento y los cambios positivos de
comportamiento, como dejar de hacer las cosas que provocaron la rabia, es
posible que la otra persona no esté todavía preparada para perdonar o dispuesta
a hacerlo. Es importante tener cuidado de no imponer la necesidad de conclusión
a alguien que no la desea. También lo es
no permitir que la rabia o el temor de otra persona aticen el fuego de la
propia culpa. No permitamos que el
perdón de nosotros mismo dependa de la disposición a perdonarnos de otra
persona, que quizá se aferre a la rabia porque obtiene algo que aún no está
dispuesta a dejar marchar. Puede ser que
le resulte demasiado terrible o doloroso dejar marchar la rabia, que tal vez en
ese momento sea una parte importante de su propio proceso de curación.
Aceptemos que los
demás estén donde están. Respetemos su
derecho a sentir de la manera que sienten.
Sólo así nos podremos perdonar a nosotros mismos. Evidentemente, podemos desear que esa persona
nos perdone y reaccione de otra manera, pero limitémonos a reconocer el deseo y
ya está. Cuando nos quedamos atrapados
en el deseo de que otra persona cambie, nos separamos de nuestro Yo y volvemos
a sentir rabia y culpa.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario