Del Libro “100
rebanadas de sabiduría empresarial” de Silvia Cherem
71.- En tiempos de crisis, más de una vez he dicho
en broma, sólo hay de dos sopas: o nos levantamos en armas o nos levantamos
más temprano. Así es que jóvenes,
les recomiendo madrugar. Siempre
madrugar.
72.- Con el paso de los años, me he convencido de
que en política, deberíamos involucrarnos todos con un necio sentido del deber,
desde empresarios hasta amas de casa. Es
nuestra obligación estar informados, participar y escrutar el quehacer de los
gobiernos.
73.- Los empresarios deberíamos tener el coraje y
la valentía de transparentar nuestros apoyos y militancias, comprometernos
abiertamente en materia política a fin de evitar el mal uso de favores y
chantajes que, eventualmente, sólo generan prebendas y desestabilización.
74.- No
pierde quien pierde, sino quien no es capaz de luchar.
75.- Nuestro problema como sociedad es la falta de
verdaderos líderes que sean capaces de conseguir resultados extraordinarios con
hombres ordinarios.
76.- Es momento de desacralizar los tabúes. Revolucionario o liberal, un buen gobernante
debe tener objetivos claros para aumentar la riqueza y el bienestar, lograr el
crecimiento, alcanzar una mayor equidad en la distribución del ingreso,
salvaguardar la paz social y mantener el clima de libertades sin
confrontaciones estériles.
77.- Debemos exigirle enérgicamente al gobierno
que sea productivo, como lo hacemos quienes estamos en la iniciativa
privada. Cuando una empresa es
ineficiente, quiebra. El gobierno, con
nuestra complicidad, ha sido ineficiente y le hemos permitido darse el lujo de
no rendir cuentas claras.
78.- Quien se encierra, quien no sale a dialogar
para aprender cómo otros resuelven problemas, quien no busca alianzas, se
condena a una soledad inútil, infructuosa e innecesaria.
79.- Un negocio no se hace pensando en venderlo,
se lucha y se construye para toda la vida.
Venderlo es cómo perder a un hijo.
80.- En un negocio familiar, un hijo no debe de ser jefe por el
simple hecho de ser descendiente. Los
negocios familiares entran en crisis cuando se asignan los puestos directivos
por solidaridad, más que por aptitud.
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