Cada persona que en la Tierra dice una de las verdades
transforma en luz esa energía. Y esa luz
forma un globo de color y éstos vienen a pasear por el mar. Luego caen como gotas de rocío sobre el
cuerpo de las personas. Por eso cuando
se dice la verdad muchos sienten que se sacaron un peso de encima. Pero luego con estos globos como bendiciones,
la gente se siente reconfortada. Claro
que la verdad casi nunca es linda… pero qué bien hace. La verdad te hace libre siempre.
- Había una vez
un hombre que caminaba por el bosque.
Mientras iba caminando encontró a una mujer muy fea, tan fea que hasta
se asustó el verla. Ella estaba sentada
y cuando el hombre pasó por su lado ella le pidió que extendiera la mano y el
hombre así lo hizo, aunque realmente le seguía impresionando su apariencia.
- ¿Quién eres? –
le preguntó el peregrino a la mujer.
Soy la verdad,
pero te pido un favor, no cuentes que soy tan fea.
- ¿Me escuchaste? – dijo el maestro que acababa de citar el
cuento-, parece que no me prestaste atención.
Dime la verdad.
- ¿De qué verdad hablas?
- ¡No me escuchaste!
- Si sabes que nosotros no necesitamos escuchar, sólo que
ese cuento ya lo sabía.
- ¿No podrías haber disimulado? Aunque sea haber hecho como si estuvieras
interesado en la historia o hubieras hecho vibrar la luz de tu cuerpo
etérico. Entonces yo hubiera creído que
me estabas prestando atención y entonces no me sentiría tan tonto hablando
solo.
- Bueno, no te enojes conmigo, me temo que tenías razón con
el cuento, la verdad realmente es fea.
Ahora me pides que te mienta, pero no lo haré, ¿sabes por qué? Porque al final la verdad resulta hermosa
cuando te llega el momento de verla, sólo que debemos estar preparados para que
cuando se haga notar, en vez de asustarnos, y salir corriendo la admiraremos.
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