¿Qué harías diferente?
“Enlista las cinco personas o cosas que más valoras en la vida, por
orden de importancia.” El
maestro lanzó la orden, en el congreso de logoterapia, y te invito a ti,
querida lectora, a que hagas el ejercicio también. Me detuve y reflexioné. Pensé en Pablo y, como ola, me inundé, me
envolvió. Me siento plena. Su nombre es lo primero que escribo. Mis compañeros y yo, entusiasmados, intercambiamos
nuestros tesoros. Mis hijos, mis nietos,
la salud, mis yernos, mis papás, la naturaleza, los amigos, la vida, en fin… Es difícil establecer una jerarquía con
tantos amores, con todo aquello que siempre damos por descontado.
El siguiente planteamiento cae como balde de agua fría: imagina
que pierdes aquello que escribiste en primer lugar. ¿Qué pasaría?
Imagínate. De inmediato se hace
un silencio. Todos sentimos un puñal en
el plexo solar. Esa idea ha existido
siempre, pero nos la hemos quitado de la cabeza como si se tratara de un mal
pensamiento. Ahora debemos anidarla, sentirla,
escribirla y comunicarla. ¿Qué me
pasaría si pierdo a Pablo? ¿Qué te pasaría si pierdes a la persona que más
valoras en la vida? Con sólo pensarlo
se apaga mi vida. Encuentro difícil
expresar con palabras el sentimiento de orfandad al que me asomo. Borges tuvo razón al escribir: “No hay más paraísos que el paraíso perdido.”
Una vez que intercambiamos nuestros dolores, reales e
imaginarios, escuchamos el tercer planteamiento: imagina que la vida te da la
oportunidad de recuperar aquello que perdiste. ¿Qué harías diferente?
¿Qué actitud cambiarías? Es increíble
lo que un ejercicio de este tipo nos puede hacer reflexionar. ¡Qué importante es ser conscientes de cuando
estamos en el paraíso! Para apreciarlo y
disfrutarlo.
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