Según los relatos de las personas entrevistadas que compilé,
la muerte ocurre en varias fases distintas.
Segunda fase:
Las personas que ya habían salido de sus cuerpos decían
haberse encontrado en un estado después de la muerte que sólo se puede definir
como espíritu y energía. Las consolaba
descubrir que ningún ser humano muere solo.
Fuera cual fuese el lugar o la forma en que habían muerto, eran capaces
de ir a cualquier parte a la velocidad del pensamiento. Algunas, al pensar en lo apenados que se iban
a sentir sus familiares por su muerte, en un instante se desplazaban al lugar
donde estaban éstos, aunque fuera al otro lado del mundo. Otros recordaban que mientras los llevaban en
ambulancia habían visitado a amigos en sus lugares de trabajo.
Me pareció que esta fase es la más consoladora para las
personas que lloran la muerte de un ser querido, sobre todo cuando éste ha
tenido una muerte trágica y repentina.
Cuando una persona se va marchitando poco a poco durante un período
largo de tiempo, enferma de cáncer, por ejemplo, todos, tanto el enfermo como
sus familiares, tienen tiempo para prepararse para su muerte. Cuando la persona muere en un accidente de avión
no es tan fácil. La persona que muere
está tan confundida como sus familiares, y en esta fase tiene tiempo para
comprender lo ocurrido. Por ejemplo,
estoy segura de que aquellos que murieron en el vuelo 800 de la TWA estuvieron
junto a sus familiares en el servicio fúnebre que se celebró en la playa.
Todas las personas entrevistadas recordaban que en esta fase
se encontraban también con sus ángeles guardianes, o guías, o compañeros
de juego, como los llamaban los niños.
Explicaban que los ángeles eran una especie de guías, que las consolaban
con amor y las llevaban a la presencia de familiares o amigos muertos
anteriormente. Lo recordaban como
momentos de alegre reunión, conversación, puesta al día y abrazos.
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