APRENDER DE LOS
NIÑOS
Podemos aprender bastante de los niños. Casi todos tenemos la fortuna de conocer de
cerca la magia de la niñez veinte o treinta años después de haber sido
niños. Si nuestros hijos tienen niños,
recibiremos aún más lecciones.
Parecería que muchos padres conciben el
proceso de aprendizaje como una calle de un solo sentido. Pienso que les convendría dedicar más tiempo
a aprender de sus niños, y menos a enseñarles.
Los niños saben pasarla bien, mucho más que la
mayoría de los adultos. Los niños saben reír. No necesitan gran cosa para reírse. A veces no necesitan nada. Ellos ríen porque les agrada la
sensación. ¿Ya cubriste hoy tu cuota de
risa?
Lo niños son deliciosamente espontáneos. No analizan ni elucubran cosas. Simplemente
se mantienen ocupados siendo ellos.
Los niños siempre viven fascinados. Son curiosos. Una piedra, un escarabajo o un charco, es una
fuente de asombro para un niño. Todo es
una experiencia nueva y emocionante. Los
adultos nos desconectamos y ya no entendemos de rocas, insectos, charcos ni
ratones. Aún podríamos aprender mucho de
estas cosas, pero el problema es que, al llegar a la edad adulta, olvidamos
cuán mágico es este planeta.
Lo niños aceptan abiertamente. No
tienen prejuicios. Les gustas rico o
pobre, blanco o negro. Los niños no se
escandalizan por ideas políticas o religiosas.
A los niños no les preocupa demasiado bañarse o no bañarse. Te aceptan a ti. Aceptan las circunstancias hasta el día en
que aprenden a no hacerlo. ¿Cuándo has
oído a tus niños quejarse del clima? No
lo hacen. Saben por intuición que tienen
que adaptarse al curso de las cosas.
¿No es cierto que a todos petrifica y deleita
la honestidad de los niños?: “¿Por qué estás tan viejo?”, “¿Ya te vas a morir?”, “¿Por qué le pegas a
la mesa?”, “El papá de Johnny siempre se ríe.
¿por qué tú no?”.
Los niños tienen una gran capacidad de
recuperación psicológica y una enorme determinación. Si quieren algo, no se dan por vencidos. Por
eso los oímos insistir: “¿Me compras un
helado?”, “¡Quiero un helado!”, “A Johnny sí le compran helado”. Su perseverancia es digna de admirarse y
soportarse. Si los vendedores de seguros
se capacitaran en un jardín de niños, ¡probablemente el noventa y ocho por
ciento no claudicarían en los primeros doce meses! Sencillamente, los niños perseveran.
Cuando aprendías a caminar, perseveraban en tu
empeño una y otra vez. Te caías y te
levantabas. Te ibas de bruces y volvías
a incorporarte. ¡Al final aprendiste a
caminar! ¿Aún posees ese tipo de
determinación?
Como dije antes, la imaginación de los niños
es enorme. Les permite aprender, retener
y desarrollarse a toda prisa.
EN SINTESIS: Dedica una buena parte del tiempo a convivir
con los niños. Aprende más sobre tu
propia espontaneidad, curiosidad, aceptación, capacidad de recuperación
psicológica, fe, determinación e imaginación
¡Ellos están para enseñarnos!
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario