INCONTINENCIA
Tantas personas experimentan disfunción de la vejiga cuando
envejecen, con un menor control y una emisión involuntaria, que las compresas
para la incontinencia de los adultos se han convertido en una industria de
mucho millones de dólares. Una parte de
este mercado consta de gente con deterioro o daño orgánico, o bien de los
efectos secundarios del embarazo, pero la gran mayoría de los casos tiene una
causa totalmente distinta y de fácil
remedio.
Tenemos dos aspectos en el sistema nervioso. Uno, el sistema
nervioso simpático, tiene que ver con la contracción, la adrenalina y la
acción. Este es el sistema que controla
el músculo estriado o voluntario, y
que toma el mando en situaciones de estrés, de lucha o huida y de actividad
concentrada. El otro es el sistema nervioso parasimpático, y tiene
que ver con la relajación, la pasividad y el descanso o el sueño. Este sistema controla el músculo liso o involuntario.
El primero, por sí solo, hace que estén demasiado tensos; el
segundo, por sí solo, hace que estén demasiado relajados; y cuando trabajan en colaboración los
músculos tienen tono. Es como la
música, en la que las melodías bellas no están por encima ni por debajo de la
tonalidad adecuada, sino justo en ella.
Ambos, el sistema nervioso simpático y el parasimpático, son vitales
para una salud óptima, pera nuestros pensamientos y conductas pueden hacer que
se desequilibren.
Si estás continuamente estresado
y te comportas con excesiva intensidad, en ti dominará el sistema simpático, y
por ello serás más vulnerable a las
enfermedades que conlleva ese desequilibrio, como el estreñimiento, el
agotamiento adrenal y el ataque cardiaco.
Por otro lado, sí en tu vida evitas las responsabilidades y los retos, y
eres demasiado pasivo, lo más
probable es que padezcas enfermedades asociadas con ese desequilibrio, como la
diarrea, la depresión y…. la incontinencia.
La vejiga suele quedar firmemente cerrada por un músculo
esfínter, pero si en alguien predomina el sistema parasimpático, los músculos
perderán tono y la persona puede orinarse literalmente de forma involuntaria.
En lugar de gastar millones de dólares en compresas para la
incontinencia y de padecer la frustración y vergüenza que conlleva este
problema, quienes lo sufren pueden empezar a ayudarse a sí mismos tomando más
responsabilidad sobre sus vidas, siendo más asertivos y afrontando sus
miedos, y el problema puede desaparecer como por arte de magia. Este es un ejemplo bonito y fácilmente
comparable de cómo el cuerpo está continuamente mostrándonos síntomas para
hacernos conscientes de algún desequilibrio en alguna parte de nuestras vidas.
Los síntomas no son malos,
sino que son un mensaje que envía el cuerpo a la mente y que nos dice que algo
requiere nuestra atención. El cuerpo y
la mente no están separados, sino que forman una unidad, y cuando ignoramos
esa verdad siempre aparecen consecuencias.
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