jueves, 20 de agosto de 2015

Del Libro “7 cosas que tu médico olvidó contarte” de Warren Sipser y Andi Lew





INCONTINENCIA


Tantas personas experimentan disfunción de la vejiga cuando envejecen, con un menor control y una emisión involuntaria, que las compresas para la incontinencia de los adultos se han convertido en una industria de mucho millones de dólares.  Una parte de este mercado consta de gente con deterioro o daño orgánico, o bien de los efectos secundarios del embarazo, pero la gran mayoría de los casos tiene una causa totalmente distinta y de fácil remedio.

Tenemos dos aspectos en el sistema nervioso.  Uno, el sistema nervioso simpático, tiene que ver con la contracción, la adrenalina y la acción.  Este es el sistema que controla el músculo estriado o voluntario, y que toma el mando en situaciones de estrés, de lucha o huida y de actividad concentrada.  El otro es el sistema nervioso parasimpático, y tiene que ver con la relajación, la pasividad y el descanso o el sueño.  Este sistema controla el músculo liso o involuntario.

El primero, por sí solo, hace que estén demasiado tensos; el segundo, por sí solo, hace que estén demasiado relajados;  y cuando trabajan en colaboración los músculos tienen tono. Es como la música, en la que las melodías bellas no están por encima ni por debajo de la tonalidad adecuada, sino justo en ella.  Ambos, el sistema nervioso simpático y el parasimpático, son vitales para una salud óptima, pera nuestros pensamientos y conductas pueden hacer que se desequilibren.
Si estás continuamente estresado y te comportas con excesiva intensidad, en ti dominará el sistema simpático, y por ello serás más vulnerable a las enfermedades que conlleva ese desequilibrio, como el estreñimiento, el agotamiento adrenal y el ataque cardiaco.  Por otro lado, sí en tu vida evitas las responsabilidades y los retos, y eres demasiado pasivo, lo más probable es que padezcas enfermedades asociadas con ese desequilibrio, como la diarrea, la depresión y…. la incontinencia.
La vejiga suele quedar firmemente cerrada por un músculo esfínter, pero si en alguien predomina el sistema parasimpático, los músculos perderán tono y la persona puede orinarse literalmente de forma involuntaria.

En lugar de gastar millones de dólares en compresas para la incontinencia y de padecer la frustración y vergüenza que conlleva este problema, quienes lo sufren pueden empezar a ayudarse a sí mismos tomando más responsabilidad sobre sus vidas, siendo más asertivos y afrontando sus miedos, y el problema puede desaparecer como por arte de magia.  Este es un ejemplo bonito y fácilmente comparable de cómo el cuerpo está continuamente mostrándonos síntomas para hacernos conscientes de algún desequilibrio en alguna parte de nuestras vidas.

Los síntomas no son malos, sino que son un mensaje que envía el cuerpo a la mente y que nos dice que algo requiere nuestra atención.  El cuerpo y la mente no están separados, sino que forman una unidad, y cuando ignoramos esa verdad siempre aparecen consecuencias.

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