Tú eres responsable del trato que
recibes
Si no te gusta cómo te trata la vida, actúa de otro modo;
solo de ti depende que la gente aprenda a tratarte como quieres. Con demasiada frecuencia le echamos la culpa
a los demás. Si tu sociedad fracasa o tu
matrimonio se viene abajo, también tú tienes la culpa. Si todo mundo abusa de ti, tú tienes la mitad
de la culpa.
Considera el caso de Helen, quien es pisoteada por su
marido. Ella se lamenta: “mi marido, Brutus, me trata como a un
trapeador. No hago más que recibir
órdenes de él. Jamás me ayuda en casa y
solo salimos a donde él quiere. Brutus
nunca me da dinero para mí. Me trata
como basura y no valora nada de lo que yo hago.” Helen padece el clásico complejo del
mártir: “¿qué habré hecho para merecer
esto?”
“¿Por qué no te le plantas a Brutus?”, le preguntamos a
Helen. Y ella responde: “una vez lo hice, y él perdió los estribos y
atravesó la puerta del baño de un puñetazo.
Entonces me di cuenta que no valía la pena hacerlo enojar. Simplemente me conformo con lo que él
quiera”.
Quizá Helen no se dé cuenta, o no lo quiera admitir, pero
ella es la que ha entrenado a Brutus. Te
garantizo que él no hostiga a todo mundo;
solo a quienes se lo permiten.
Hasta este momento, Helen ha preferido la opción más fácil; rehuir la
responsabilidad, ser débil, guarecerse en la comprensión de sus amistades,
echando toda la culpa a Brutus, el Bárbaro.
Si Helen modificara su manera de reaccionar ante su marido, ¡Brutus
pronto quedaría domesticado!
¿Qué debería hacer Helen?
En primer lugar, podría empezar a respetarse. Los demás nos respetarán en la medida en que
nosotros mismos nos respetemos.
Cuando Brutus perciba que Helen espera un buen trato, empezará a cambiar
su proceder. Las personas que son
pisoteadas por todo el mundo llevan un letrero que dice: “Estoy seguro de que me vas a maltratar; yo te lo permitiré; y después te culparé por haberlo hecho”.
Helen dispone de innumerables opciones. Ella podría señalar: “Brutus, si rompes una puerta otra vez,
desapareceré un mes de la casa”, y debe estar dispuesta a hacerlo. Con toda serenidad puede decirle que de
ahí en adelante espera ser tratada como persona.
En todas las relaciones se necesitan dos para hacer un tango. Ambas partes son responsables, y ambos sacan cierta ventaja del papel que juegan. Con su actitud, Helen evita las responsabilidades y las decisiones de peso, y puede echarle la culpa de todo al bueno de Brutus. Este, por otra parte, tiene una esclava, se sale siempre con la suya y también puede echarle la culpa de todo a su esposa.
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