Las Culpas Familiares
De Alejandro Jodorowsky escuché un interesantísimo análisis
al respecto. El propone que hay cinco
culpas existenciales-familiares que impactan fuertemente la vida de los seres
humanos:
a)
La culpa
por haber sido una carga para la familia.
b)
La culpa por “irse” (¿quién va a acompañar, cuidar,
apoyar, etc?)
c)
La culpa por ser “traidor” (pensar o ser
diferente de la familia)
d)
La culpa
por ser fundamentalmente “malo” (por ser diferente del resto de la familia, por
no ser lo que ellos quieren que seas).
e)
La culpa por sobrepasar al padre o a la madre
(tener mejor relación de pareja que ellos, ser felices cuando ellos no lo han
sido, ser capaz de hacer más dinero de lo que el padre ha podido, etc).
Quiero ahondar en este espacio
acerca de las tres últimas: un día llegó
a mi consultorio una mujer de 34 años, muy deprimida y confundida. Hacía ocho meses que había regresado de
Europa, donde vivía una vida que ella definió como “de cuento de hadas”. Estaba casada con un exitoso, generoso,
bueno, inteligente y atractivísimo europeo.
Tenía también un alto y muy bien remunerado puesto en una importante
empresa transnacional y el dinero, la salud, los viajes, las fascinantes
experiencias, la felicidad y muchos sueños realizados eran parte de su vida
cotidiana.
Sin embargo, su vida de cuento de
hadas se veía ensombrecida cada vez que llamaba por teléfono a su
constantemente deprimida madre, quien la ponía al tanto de todo lo que sucedía
a los miembros de la familia por acá en su país:
¡Ay hija!, ¡estoy tan deprimida
otra vez; no he tenido ánimos de levantarme
de la cama en toda la semana! Tu hermano
está bebiendo otra vez y lo despidieron del trabajo de nuevo, el pobre no tiene
dinero ni para la renta. Tu hermana
seguramente ahora sí se va a divorciar, porque ese maldito otra vez la golpeó y
al parecer anda de nuevo con otra. Yo no
puedo ni dormir de la preocupación. ¡Ah
hija!.... puros problemas….! Y tú ¿Cómo has estado?
Imagínate, después de eso, lo
difícil que resulta para cualquiera responder: “ ¡Muy bien!” y platicar todas
las maravillas que le están sucediendo en la vida. Pero esta sensación de culpa por “lo bien
que a mí me va y lo mal que a ellos les va”
es generalmente imperceptible en el nivel consciente, por eso es difícil
reconocerla para hacernos cargo de ella antes de que nos lleve a auto
sabotearnos, echándonos a perder lo bueno que tenemos en la vida.
Así sucedió con mi paciente. Después de tres años y medio de su vida de
cuento de hadas, un día, sin más ni más, dijo a su marido de cuento de
hadas: “Me quiero divorciar. Voy a regresar a mi país”. Su atónito esposo no podía entender su
decisión y le preguntó una y otra vez el porqué. Yo también le pregunté y me respondió: “No lo sé, Martha. No sé por qué renuncié a mi maravilloso
trabajo y dejé a mi maravilloso marido”.
¡Porque eso fue lo que hizo!
La razón fue la siguiente: la culpa inconsciente por estar “traicionando” a su familia llegó a ser tan
insoportable, que dejó todo lo bueno que tenía y regresó con su madre a
deprimirse también y a acostarse en una cama al lado de ella. Ahora estaba deprimida, sin dinero,
preocupada e infeliz como el resto de la familia…. ¡qué solidaridad!
Afortunadamente trabajamos con su
culpa para que fuera capaz de entender que cada miembro de su familia era
responsable de la clase de vida que tenía y podía trabajar en cambiarla, para
que descubriera cuál era la forma “sana” de ayudarlos y para que se pudiera dar a sí misma el permiso de
ser feliz, de utilizar todo su potencial y crear y disfrutar todo lo bueno que
podía tener en su vida, empezando por su maravilloso marido, quien la
llamaba constantemente para decirle que la amaba y pedirle que recapacitara y
regresara. ¡Por fortuna lo hizo!
Conozco a un joven profesional
que es también un claro ejemplo de este tipo de culpa. El posee un talento impresionante; sin embargo, desde hace unos siete años está
constantemente en la ruina. Antes de
entrar en este bache, había conseguido un excelente trabajo con grandes
oportunidades de seguir creciendo en la empresa y con un jugoso salario. Rentó una preciosa casa en una muy buena zona
de la ciudad y compró un coche nuevo.
Su familia de origen está
conformada por cinco fracasados y atormentados hermanos y unos padres por el
mismo corte. Todos viven aglutinados en
la misma y nada bonita zona de la ciudad, uno al lado de otro, a la siguiente
cuadra o a la vuelta y cada uno tiene un viejo y deterioradísimo coche.
La presión inconsciente por estar
“traicionándolos” por ser el exitoso de la familia fue más fuerte que su
tremendo potencial y su gran motivación por crecer profesionalmente. De modo inconsciente se auto saboteó haciendo
todo lo que pudo, para echar a perder esa gran oportunidad, cometiendo toda
clase de errores y tomando absurdas y tontas decisiones hasta que fue despedido
del trabajo.
Dejó su hermosa casa porque no
pudo seguir pagando la renta, vendió su coche nuevo para solventar gatos
urgentes, compró uno viejo y deteriorado y se fue a vivir a esa zona de la
ciudad donde vive su familia, a una casa al lado de su hermana. Y ahí sigue, metido desde hace siete años en
ese agujero de fracaso, acompañando al resto de la familia.
Esa culpa inconsciente por traicionar a la familia ocurre también en
relación con otros aspectos, por ejemplo:
si la madre ha sido infeliz en su matrimonio, la hija no se permite ser
feliz en el suyo e inconscientemente hace toda clase de cosas para crear
problemas, o echar a perder las vacaciones o la relación. El hijo varón puede sentirse culpable porque
su padre pasó la vida con un bajo sueldo y un arduo trabajo, y él ha sido capaz
de crear un próspero negocio o conseguir un alto y bien remunerado puesto.
Cuando no es consciente esa culpa
por haber creado unas condiciones de vida mejores que otros a nuestro
alrededor, muy probablemente nos autocastigaremos de una y mil formas. Un amigo me comentó que cada vez que compra
un coche nuevo, el primer día tiene un tremendo dolor de cabeza que no se le
quita con nada. Un paciente descubrió
que las únicas ocasiones en que por accidente le da un “golpecito” o un raspón
a su coche es cuando está estrenando alguno, como para que no esté ¡tan
bonito! Otra paciente solía sentirse tan
culpable cada vez que se iba de vacaciones, que invariablemente se enfermaba,
como para no disfrutar tanto.
Cuando echamos a perder lo bueno
que tenemos en la vida para solidarizarnos con el sufrimiento o fracaso de
nuestros seres queridos, no les hacemos ningún bien, ni nos lo hacemos a
nosotros. Es como si creyéramos que para
apoyar a alguien con sida o con cáncer, tenemos que adquirir la enfermedad con
el fin de ayudarlos.
La verdad es que cuanto más sanos y felices seamos, mejor
podremos servir a otros. Cuanto más
dinero, armonía, éxito, logros, júbilo y salud tengamos, más útiles seremos
para colaborar en la solución de los problemas del mundo, de la forma
en que cada uno esté destinado a hacerlo.
Este mundo necesita gente feliz,
rica, sana, exitosa y muy luminosa para salir adelante.
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