CÍRCULO MÁGICO
¿Quién no quisiera caerle bien a todo el mundo? Todos buscamos la aceptación, el aprecio y el
cariño de los demás. Esto requiere no
sólo de esfuerzo, trabajo y entrega de nuestra parte, sino un ingrediente muy
importante: amor propio.
Oscar Wilde decía que “amarse a uno mismo es el comienzo de un eterno
romance: Este romance es con la pareja,
los amigos, el trabajo y la vida misma.
Un círculo mágico se crea. Cuando
yo vivo en armonía conmigo mismo, lo proyecto en todo lo que me rodea.
¿Has notado cómo cuando estás en amistad contigo mismo, te
caes bien y tiendes a pensar que los demás te ven con buenos ojos? Cuando estás convencido de esto, contagias a
los demás tu creencia.
Los investigadores descubrieron también que las personas con
alta autoestima son menos vulnerables a esta información manipulada. “Si te caigo mal, no importa, verás que al
rato te caeré bien.” A pesar de saberse
rechazados, continúan enviando mensajes silenciosos de amistad y calidez. Y, ¿qué crees que suceda?
Muchos pasamos por etapas o épocas de falta de
aceptación. Te repites mentalmente
frases como: “No soy nadie”, “soy un
fracasado” o “¡estoy muy gorda!”, y nuestro error es compararnos con el otro. Siempre va a haber ese alguien que sea, esté
o haga las cosas mejor que tú. Lo
importante es compararte y competir contigo mismo. No estar conformes con “cómo” eres, sino con
“quien” eres. Esto me recuerda una
fábula de Leo Buscaglia en su libro Vivir,
amar y aprender que me gustó mucho:
Un día los animales del bosque se dieron cuenta de que
ninguno de ellos era el animal perfecto:
los pájaros volaban muy bien, pero no nadaban ni escarbaban. La liebre era una estupenda corredora, pero no
volaba ni sabía nadar. Y así analizaron
a todos. Decidieron por lo tanto crear
una escuela para mejorar el reino animal, y enseñarse mutuamente sus
habilidades.
En la primera clase de carrera, el conejo corrió de
maravilla y se ganó el aplauso de todos.
En la clase de vuelo subieron al conejo a la rama de un árbol y le
dijeron “¡Vuela conejo!” El animal saltó
y se estrelló contra el suelo, con tan mala suerte que se rompió dos de sus
patas y fracasó en el examen final de todo su curso.
El pájaro estuvo fantástico volando, sin embargo le pidieron
que excavara como topo. Al hacerlo se
lastimó las alas y el pico, por lo que ya no pudo seguir volando. Con esto, tampoco aprobó el curso. La moraleja es que un pez debe ser un pez, un magnífico
pez; pero no tiene por qué ser pájaro, ni sentirse menos porque no puede volar
como él.
Por ejemplo, cuando vemos fotos de los artistas de
Hollywood, quisiéramos ser como ellos, y a veces simplemente es imposible. Lo que debemos ver es lo que está en nuestras manos cambiar y aceptar lo que no
podemos modificar. Por ejemplo, un
ingeniero experto en computación debe sacarle el mejor provecho a su habilidad
y no empeñarse necesariamente en sobresalir en basquetbol, filosofía o música
al mismo tiempo.
Aceptarte no significa rendirte o renunciar, es reconocer los hechos y entonces decidir lo
que vas a hacer.
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