Preparemos nuestro morir
Hay personas
que así como les desagrada hablar de enfermedades y de enfermos, prefieren también
evitar el tema de la muerte, porque consideran una suerte de masoquismo inútil
cualquier plática sobre el sufrimiento humano y el morir. Parecería que para tales personas sólo
existiera el vivir alegre y risueño, cual si la existencia humana fuese siempre
divertimento feliz donde no hay ni asomo de penas ni malestares. Y por supuesto tampoco muerte.
Lástima por
aquellos que eluden hablar del morir, porque son quienes más sufren cuando la
muerte llega, a sus seres queridos o a ellos mismos.
Pensando en
prevenirse al desenlace propio, resumo aquí los asuntos más necesarios de
preparar ahora que gozamos de salud y juicio, evitando con ello que el día de
mañana sea demasiado tarde y dejemos a los nuestros una carga de pendientes
que, además de agravarles su duelo, les causen problemas.
Veamos
primero las cosas triviales, que por mundanas son de fácil disposición. Muchos tenemos en reserva personal nuestro
número de cuenta bancaria, la contraseña de acceso a tarjetas de crédito o al
correo electrónico. Todo ello quedaría
bloqueado si no lo dejamos escrito al familiar de mayor confianza, asegurando
así que mientras sigamos vivos tales códigos continuarán privados. En la misma documentación estarían los
títulos de bienes y propiedades, de vehículos, y otros datos similares.
Cuestión
primordial es dejar consignado un testamento.
Sé de muchos familiares de fallecidos que la pasan mal porque su ser
querido no dejó ordenada la distribución de sus bienes porque, decía, “al fin y
al cabo es nada lo que tengo”, y luego ese “nada” resultó ser factor de
problemas.
Recuerdo una
familia que tuvo diferencias serias porque todos querían quedarse con un reloj
de pared, con una fotografía de novios de sus padres y con un Cristo en madera
que su mamá trajo de Sevilla. No se diga
cuando hay de por medio casas, terrenos, ranchos, inversiones bancarias. Todos conocemos casos de hermanos que han
reñido a extremos por apoderarse cada cual de los bienes, debido a falta de un
testamento. Me lo explicó la hija de un
acaudalado empresario cuyos hijos se vieron en ese trance:
- Es que mi
papá siempre decía que todavía tenía mucha vida por delante para pensar en
testamento. Pero le vino esa enfermedad
repentina que lo mató.
Los avances
de la medicina hacen preciso otro tipo de disposiciones anticipadas. Me refiero a determinar bien claro, por
escrito y por instrucciones verbales, si deseamos o no que, llegado el momento,
los doctores empleen en nosotros maniobras para mantenernos con vida a pesar de
todas las fallas que nuestro organismo esté padeciendo.
Si tal es su
pensar, es prudente encargar con anticipación a su doctor que ningún médico
introduzca en usted maniobras de resucitación, ni procedimientos de vida
artificial en terapia intensiva.
Nunca me
cansaré de repetir que esta disposición para nuestro memento terminal en la
vida está entre las de mayor trascendencia, porque en el último padecer es
frecuente no tener mente competente para expresar dicha voluntad.
Algunos
pacientes me indican que no permita que los lleven a morir en un hospital. Otros, al contrario.
- A mí que me
gana todas las luchas posibles – me enfatizó un ejecutivo.
Como se ve,
hay diversos criterios, todos de respetarse y cumplir de acuerdo al deseo de
cada persona. Así pues, para evitar
actitudes ambiguas de sus allegados cuando usted sea incapaz de externar su
deseo, manifiéstelo desde antes por escrito y hágalo saber a los suyos.
Se requiere
entereza para dejar indicadas tales disposiciones, pero se necesita más para
disponer cómo se quiere que sean las propias honras fúnebres. En la actualidad hay varias modalidades. Ante todo, ¿desea usted ser enterrado o ser
incinerado? ¿Tiene listos los títulos de propiedad de sepulcro o de
cripta? ¿Cómo le gustaría que fuesen los
servicios religiosos de cuerpo presente y post-mortem? ¿Tiene algún sacerdote o pastor preferido que
las celebre? ¿Ha redactado un epitafio para su tumba o su cripta?
Llegamos con
todo esto a una convicción: morir es un acto de la existencia humana tan
natural como el nacer y el vivir cotidiano.
Démosle nobleza haciendo de nuestra muerte un acontecimiento para el que
ya estén prevenidas las circunstancias que sobrevendrán.
Nuestros
seres queridos se verán libres de los problemas mundanales que suelen
presentarse en las ausencias repentinas o no preparadas.
Y nuestra muerte estará
revestida de dignidad..
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