viernes, 2 de noviembre de 2012

Del Libro “Para dar vida a la muerte” de Jorge Fuentes Aguirre



Preparemos nuestro morir


Hay personas que así como les desagrada hablar de enfermedades y de enfermos, prefieren también evitar el tema de la muerte, porque consideran una suerte de masoquismo inútil cualquier plática sobre el sufrimiento humano y el morir.  Parecería que para tales personas sólo existiera el vivir alegre y risueño, cual si la existencia humana fuese siempre divertimento feliz donde no hay ni asomo de penas ni malestares.  Y por supuesto tampoco muerte.
Lástima por aquellos que eluden hablar del morir, porque son quienes más sufren cuando la muerte llega, a sus seres queridos o a ellos mismos.
Pensando en prevenirse al desenlace propio, resumo aquí los asuntos más necesarios de preparar ahora que gozamos de salud y juicio, evitando con ello que el día de mañana sea demasiado tarde y dejemos a los nuestros una carga de pendientes que, además de agravarles su duelo, les causen problemas.
Veamos primero las cosas triviales, que por mundanas son de fácil disposición.  Muchos tenemos en reserva personal nuestro número de cuenta bancaria, la contraseña de acceso a tarjetas de crédito o al correo electrónico.  Todo ello quedaría bloqueado si no lo dejamos escrito al familiar de mayor confianza, asegurando así que mientras sigamos vivos tales códigos continuarán privados.  En la misma documentación estarían los títulos de bienes y propiedades, de vehículos, y otros datos similares.
Cuestión primordial es dejar consignado un testamento.  Sé de muchos familiares de fallecidos que la pasan mal porque su ser querido no dejó ordenada la distribución de sus bienes porque, decía, “al fin y al cabo es nada lo que tengo”, y luego ese “nada” resultó ser factor de problemas.
Recuerdo una familia que tuvo diferencias serias porque todos querían quedarse con un reloj de pared, con una fotografía de novios de sus padres y con un Cristo en madera que su mamá trajo de Sevilla.  No se diga cuando hay de por medio casas, terrenos, ranchos, inversiones bancarias.  Todos conocemos casos de hermanos que han reñido a extremos por apoderarse cada cual de los bienes, debido a falta de un testamento.  Me lo explicó la hija de un acaudalado empresario cuyos hijos se vieron en ese trance:
- Es que mi papá siempre decía que todavía tenía mucha vida por delante para pensar en testamento.  Pero le vino esa enfermedad repentina que lo mató.
Los avances de la medicina hacen preciso otro tipo de disposiciones anticipadas.  Me refiero a determinar bien claro, por escrito y por instrucciones verbales, si deseamos o no que, llegado el momento, los doctores empleen en nosotros maniobras para mantenernos con vida a pesar de todas las fallas que nuestro organismo esté padeciendo.
Si tal es su pensar, es prudente encargar con anticipación a su doctor que ningún médico introduzca en usted maniobras de resucitación, ni procedimientos de vida artificial en terapia intensiva.
Nunca me cansaré de repetir que esta disposición para nuestro memento terminal en la vida está entre las de mayor trascendencia, porque en el último padecer es frecuente no tener mente competente para expresar dicha voluntad.
Algunos pacientes me indican que no permita que los lleven a morir en un hospital.  Otros, al contrario.
- A mí que me gana todas las luchas posibles – me enfatizó un ejecutivo.
Como se ve, hay diversos criterios, todos de respetarse y cumplir de acuerdo al deseo de cada persona.  Así pues, para evitar actitudes ambiguas de sus allegados cuando usted sea incapaz de externar su deseo, manifiéstelo desde antes por escrito y hágalo saber a los suyos.
Se requiere entereza para dejar indicadas tales disposiciones, pero se necesita más para disponer cómo se quiere que sean las propias honras fúnebres.  En la actualidad hay varias modalidades.  Ante todo, ¿desea usted ser enterrado o ser incinerado? ¿Tiene listos los títulos de propiedad de sepulcro o de cripta?  ¿Cómo le gustaría que fuesen los servicios religiosos de cuerpo presente y post-mortem?  ¿Tiene algún sacerdote o pastor preferido que las celebre? ¿Ha redactado un epitafio para su tumba o su cripta?
Llegamos con todo esto a una convicción: morir es un acto de la existencia humana tan natural como el nacer y el vivir cotidiano.  Démosle nobleza haciendo de nuestra muerte un acontecimiento para el que ya estén prevenidas las circunstancias que sobrevendrán.
Nuestros seres queridos se verán libres de los problemas mundanales que suelen presentarse en las ausencias repentinas o no preparadas.
Y nuestra muerte estará revestida de dignidad.

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