jueves, 8 de noviembre de 2012

Del Libro “Cómo hablarle a los hijos” de Chick Moorman



¿Ganaste?


Después del concurso de atletismo de Katia, del juego de béisbol de Ana y la audición de trompeta de Roberto, la mamá de cada uno de estos niños preguntó:  “¿Ganaste?”
Katia llegó en último lugar en la carrera de velocidad de cien metros.
El equipo de Ana perdió el juego por una carrera.
Roberto sostuvo con éxito su posición en la banda.
Debido a que cada mamá dirigió su interés hacia ganar, perdieron la oportunidad de ayudar a su hijo a enfocarse en disfrutar de la competencia.  Según el pensamiento tradicional, sólo uno de estos niños ganó:  Roberto.  En nuestra sociedad, existe la firme creencia de que en cada evento, competencia o categoría puede haber sólo un ganador.  De hecho, hay una obsesión mundial de ser el primero;  así que, es crucial que los padres aprovechen las oportunidades, para ayudar a sus hijos a enfocarse en los eventos, en lugar de los resultados y a poner atención en el placer de participar. 

La obsesión por ser el primero separa, crea expectativas no realistas e impone demasiada exigencia sobre los competidores.
Durante los Juegos Olímpicos de invierno, vi a un joven agonizando porque había perdido la competencia de esquí.  El comentarista habló de él como “un perdedor”.  Lo que sucedió, de hecho, es que no logró romper el récord mundial de esquí por dos centésimas de segundo.  ¡Centésimas de segundo!  ¿Eso lo hace un perdedor?

Conozco a un joven de secundaria, que se rehúsa participar en carreras de velocidad porque la gente puede burlarse de él por no correr tan rápido.  “Pero, tú estás allá corriendo.” le discutí,  “¡Ellos sólo están sentados!  Te mereces su admiración sin importar el lugar en el que llegues.”  El negó con la cabeza,  “Pero no voy a ganar.”  Eligió perder la oportunidad de estar con sus amigos, divertirse y obtener atención de sus compañeros, por miedo a perder.

Yo solía correr carreras de diez kilómetros.  Mi hijo de cinco años no comprendía que yo “ganaba” ya sea que terminara primero o en el lugar cuatrocientos.  Sé que gano si me divierto, conozco nuevos amigos, disfruto un día de sol o de una lluvia cálida.  Gano cuando termino la carrera y siento el apoyo de los espectadores entusiastas.  Gano cuando alcanzo mi meta de tiempo o supero mi propio récord.  Gano mejor salud y autoestima que fluyen de mi auto-disciplina y compromiso de practicar diariamente.  Sin importar cómo se lo explico, el niño de cinco años no lo comprende.  Ya tiene la mentalidad de “hay que ganar siempre”.  Le digo, “Si, gané y no fui primero.”
Para ser felices y exitosos, los niños deben aprender a lidiar efectivamente con la competencia.  Deben aprender a aceptar “triunfos” y “fracasos”  con la satisfacción que viene de saber que “el triunfo” sólo es una parte del pacer de competir.

El compañerismo, probarse a uno mismo, ser aceptado, el esfuerzo y el aprendizaje, son aspectos importantes del proceso competitivo.  El ganar no significa necesariamente ser “el primero.”  Podemos empezar a comunicárselo a nuestros hijos, a través de cambiar la forma en la que les hablamos, preguntando:  “¿Qué fue lo que más disfrutaste?”
La pregunta,  “¿Qué fue lo que mas disfrutaste?” les pide a los hijos que consideren varios aspectos de la competencia;  les pide que se enfoquen en lo agradable.  La gente tiende a fijarse en lo que no le gusta de una actividad, pero es importante que tome en cuenta  también, lo que disfruta.  Los jóvenes desarrollan su habilidad para pensar, mientras reconstruyen la competencia en su mente, analizando y evaluando.
Las relaciones se desarrollan y se expanden porque la pregunta “¿Qué fue lo que te gustó?” requiere más que una respuesta de una sola palabra.  El diálogo es fomentado, mientras los hijos comentan sobre las actividades y platican con sus padres acerca de sus intereses.
Creo  que mucho niños pierden oportunidades innumerables de desarrollar su talento, de aprender y de divertirse, porque tienen miedo a que no vayan a ganar.
Katia es una ganadora porque corrió la carrera de cien yardas.  Ana ganó porque desarrolló sus habilidades a un nivel tal, que le han pedido participar en un equipo de béisbol que era tradicionalmente de puros hombres.  Roberto es un ganador también, no sólo porque ganó la audición, sino porque nunca había tocado tan bien como lo hizo, cuando sostuvo su lugar en la banda; y él lo sabe.
Si la obsesión de la sociedad por ser “el primero” no se los impide, todos los niños pueden ganar y sentirse como ganadores.
Los padres pueden ayudar a sus hijos a alejarse de este limitado y restrictivo punto de vista sobre la competencia, a través de cambiar la pregunta   “¿ganaste?” por   “¿qué fue lo que más disfrutaste?”
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario