¿Por qué no hablar de la muerte?
Me gustaría hacer una humilde confesión: soy de los que no
pensaban en la muerte. Los
fallecimientos me eran sólo un
acontecer clínico propio de pacientes desahuciados o de ancianos. Y recurría a la ciencia para que no
ocurrieran.
Después, al
involucrarme en la personalidad integral de los enfermos más allá de su
padecimiento, fui aprendiendo que el moribundo necesita poco de la medicina y
mucho del apoyo humano. En ese trance,
el médico ha de dejar sus explicaciones científicas y volverse persona para
estar con el agonizante de ser humano a ser humano. ¡Cuánto más vale el silencio compasivo que la
palabrería inútil de los textos!
También supe
que el ser humano ha de pensar en la muerte para que no le sea un acontecer
ignorado en su interioridad. Mis 46 años de ministerio médico me han demostrado
la importancia que tiene el que las personas se familiaricen en forma natural
con la muerte y el morir, sin considerarlos materia prohibida al recato del
modernismo. Tengo comprobado que quienes rehúyen el tema, llegan sus últimos días sin preparación alguna,
acobardados y temerosos. En cambio,
aquellos que piensan con antelación en su muerte, afrontan el final de su vida
revestidos de paz y serenidad.
El tema del
morir no tiene por qué asustar a la gente.
Me resulta extraño que, en un
mundo en el que todo se proyecta y se presupuesta, sea evadida la muerte,
siendo un hecho que tarde o temprano llegará a nuestro hogar. ¿Por qué no hablar, pues, de la muerte con la
misma naturalidad con que se habla de
otros asuntos?
Pero más que
eso, ¿por qué no aprovechar una preparación para la muerte cuando se está aún
en plena vitalidad? Dice José María
Cabodevilla: “Pensar en la muerte no quiere decir desinteresarse de la
vida. Al contrario, no pensar en la
muerte sería negarse a pensar seriamente en la vida. Ustedes, que habrán cerrado los ojos a algún
muerto, tendrá qué reconocer que son los muertos quienes abren los ojos a los
vivos”.
Un día
llegará en que hablar del morir y de la muerte se volverá tema normal. Después de todo, estamos en la época de las
grandes conquistas. Y la mayor de todas,
sobre la conquista del genoma humano, es la conquista de nosotros mismos. Sólo siendo dueños de nuestro propio señorío
podemos hablarnos de tú con los acontecimientos naturales de la vida. Entre ellos, el de la muerte.
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