jueves, 9 de diciembre de 2010

Del Libro “Caldo de pollo para el alma” de Jack Canfield & Mark Victor Hansen


Todo el mundo tiene un sueño


Hace algunos años acepté un encargo en un condado sureño para trabajar con gente que recibía asistencia social.
Lo que quería hacer era mostrar que todo el mundo tiene la capacidad de ser autosuficiente y que lo único que tenemos que hacer es activarlo. Le pedí al condado que eligiera un grupo de gente que recibiera asistencia social, gente de diferentes grupos raciales y diferentes antecedentes familiares. Entonces los vería en grupo durante tres horas cada viernes. También pedí un poco de dinero para emplearlo según lo necesitara.
Lo primero que dije tras estrechar las manos con cada uno fue:
- Me gustaría saber cuáles son sus sueños.
Todos me miraron como si fuera un poco excéntrica.
- ¿Sueños? Nosotros no tenemos sueños.
- Bueno, ¿Qué pasó cuando eras niño? ¿No había algo que quisieras hacer? – dije.
Una mujer me contestó:
- No sé qué cosa pueda hacerse con los sueños. Las ratas se están comiendo a mis hijos.
- Oh, respondí –. Eso es terrible. No, desde luego que estás muy afectada por las ratas y tus hijos. ¿Cómo se puede remediar?
- Bueno, podría poner una nueva puerta de malla porque la que tengo tiene agujeros.
- ¿Hay alguien aquí que sepa cómo arreglar una puerta de malla? – pregunté.
En el grupo había un hombre, y dijo:
- Hace mucho tiempo yo acostumbraba hacer cosas como ésa, pero ahora tengo dolores de espalda terribles, pero lo intentaré.
Le dije que tenía algo de dinero para que fuera a la tienda, comprara un poco de malla y fuera arreglar la puerta de la señora.
- ¿Crees poder hacerlo?
- Sí, lo intentaré.
A la semana siguiente, cuando el grupo estaba sentado, me dirigí a la mujer:
- ¿Y ya está arreglada tu puerta de malla?
- Ah, si – respondió.
- Entonces ahora podemos empezar a soñar, ¿no es así?
Esbozó una sonrisa.
- ¿Cómo se siente? – le pregunté al hombre que hizo el trabajo.
- Bueno, sabe usted, es algo muy curioso. Me estoy empezando a sentir mucho mejor – afirmó.
Eso ayudó a que el grupo empezara a soñar. Estos éxitos aparentemente pequeños permitieron que el grupo se diera cuenta de que los sueños no son insensatos. Estos pequeños pasos comenzaron a hacer que la gente viera y sintiera que realmente podría ocurrir algo.
Comencé a preguntarles a otras personas acerca de sus sueños. Una mujer nos hizo partícipes de que siempre había querido ser secretaria.
- ¿Y qué te lo impide? – pregunté (ésa es siempre mi siguiente pregunta).
- Tengo seis hijos y no tengo quién los cuide mientras esté fuera – respondió.
- Averigüémoslo – dije –. ¿Hay alguien en este grupo que pudiera cuidar a seis niños uno o dos días a la semana mientras esta mujer obtiene alguna capacitación aquí en un colegio comunitario?
Una mujer comentó:
- Yo también tengo hijos, pero podría hacerlo.
- Hagámoslo – respondí. Así que se creó un plan y la mujer fue a la escuela.

Todo el mundo encontró algo. El hombre que puso la puerta de malla se convirtió en factótum. La mujer que se hizo cargo de los niños se convirtió en niñera autorizada.
En doce semanas logré que toda esta gente dejara de necesitar la asistencia social.

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