jueves, 29 de mayo de 2025

Del libro “Por el placer de vivir” de César Lozano

 

Del libro “Por el placer de vivir”  de César Lozano

 

ENFRÉNTALA CON ASERTIVIDAD

 



Decir lo que siento, pero a la persona correcta, de la manera correcta, en el momento correcto y en el lugar correcto.

Di lo que sientes sin perder la calma, utilizando más el “yo” en lugar del “”.  Es que yo sentí, yo percibí, mira, yo me molesté… En lugar de dijiste, insinuaste, cuando usas mucho el “”, la asertividad se pierde y la armonía también.

Hace tiempo leí que se pueden utilizar también en este tipo de discusiones las siguientes frases: “Yo siento…” “Cuando tú…” “Me gustaría…”

Si por alguna razón sientes que la persona que amas no te dedica el tiempo que necesitas o crees merecer, la reacción inmediata y común es el reclamo, el enojo, o inclusive la ruptura.

El hombre disfruta de la compañía de sus amigos, dedica mas tiempo a ellos que a ti y eso te tiene sumamente irritada. Los pleitos son constantes y nunca se llegan a acuerdos, sólo reclamos y conflictos. Si utilizas estas tres frases podrías evitarte muchos problemas:

Yo siento que últimamente no te importo como antes. Yo siento que no valoras la importancia de dedicarnos tiempo para nosotros.”

Cuando tú me llamas para decirme que te vas con tus amigos aun cuando ya teníamos un compromiso para vernos, me siento muy mal. Me siento poco valorada y poco importante en tu vida.”

Me gustaría que me dijeras qué podemos hacer. En qué estoy fallando para que nuestra relación se esté enfriando. Me gustaría que llegáramos a un acuerdo y evitar esta incertidumbre que sinceramente me está dañando mucho.”

No utilizar técnicas asertivas hace que los conflictos se hagan presentes una y otra vez; y, en lugar de una discusión, las palabras toman tinte de pelea. También nos falta asertividad cuando buscamos en el pasado circunstancias que nos molestaron de la persona en cuestión, y entonces sacamos a relucir situaciones que ya estaban sepultadas en el pasado, e incluso que habíamos perdonado, pero con el fin de ganar esta discusión cobran vida.

Otra recomendación muy practica es la regla de más-menos-más, fundamental cuando se trata de corregir sin hacer sentir mal a alguien que se equivoca. Durante el proceso de la corrección, primero dile algo positivo, posteriormente dile donde estuvo el error y, por último, dile nuevamente algo positivo. Un ejemplo es esta situación:

Llega el hijo con calificación reprobada.  La primera reacción puede ser de enojo y reclamo por parte de los padres, y lo único que ocasionamos con esto es frustración en ambas partes.

Si utilizamos la regla más-menos-más, la corrección puede ser de la siguiente forma:

Más:  me extraña que tú hayas reprobado, ya que me consta tu inteligencia. Sé y admiro tu capacidad y por eso me extraña tanto.

Menos:  me entristece que siendo tu responsabilidad más grande estudiar, no le dediques el tiempo y las ganas necesarias.

Más:  pero estoy seguro de que esto no sucederá más porque tú sabes lo importante que es para ti terminar tus estudios, y sé que puedes con esto y con más. Además, ¡me extraña que siendo mi hijo, que teniendo mi sangre repruebes!  (bueno eso ya es exagerar, pero se aplica).

 

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martes, 27 de mayo de 2025

¿Cómo aprendiste a ver la muerte? Autora: Alicia Campos Vera


¿Cómo aprendiste a ver la muerte?   Autora:  Alicia Campos Vera

 



Analiza como has aprendido a ver la muerte, desde tu infancia. ¿Qué te dijeron tus familiares y amigos sobre la muerte? ¿Qué películas te impactaron sobre el tema de la muerte? ¿Cómo fue tu primera pérdida significativa?

Recuerdo la historia de un anciano gravemente enfermo que no quería morir, porque su creencia era que si moría se iría al infierno, pues de joven había hecho muchas cosas malas.  También hay gente que cree que deben guardar luto o vivir tristes casi de por vida, porque en las películas de antes así se veía. Hay varias películas mexicanas donde a gritos expresan “si te mueres, me mato”, o “si tu te mueres, ya no tiene caso vivir”, o “la vida sin ti, no es vida”. Por mencionar algunas. Que diferente sería que en las películas dijeran “honraré tu memoria viviendo intensamente”, o “me duele tu partida, pero te quedas en mi corazón y me darás fuerza para volver a ser feliz”, o “ya no te tengo físicamente conmigo, pero tu recuerdo no muere”, etc.

En otras culturas como la hindú y la islámica, la muerte no se ve como una tragedia sino como un proceso natural, donde al morir el cuerpo físico deja de existir, pero el alma sigue un nuevo camino. Por lo tanto, ellos celebran la muerte y se quedan con los gratos recuerdos y enseñanzas del ser querido. Esto hace que su proceso de duelo sea breve y puedan encontrar paz.

El miedo a morir, por ejemplo, en muchos casos se debe a experiencias muy desagradables a temprana edad, ya sea porque presenciaron una muerte violenta, porque la madre casi enloqueció cuando murió el padre, porque le tocó auxiliar en los cuidados de un familiar moribundo, o por una experiencia traumática en una alberca, etc. Sin embargo, nadie, absolutamente nadie nos puede asegurar como se siente morir, pero muchos podemos explicar a detalle como se siente vivir, y vivir intensamente.

Otra creencia que dificulta la aceptación y resolución de un duelo por muerte de un hijo joven, es que se cree que por ley general primero deben morir los abuelos, luego los padres y después los hijos, pero la realidad es que nuestra “línea de vida” o “fecha de expiración” nadie la sabe, y puede ocurrir cuando menos lo esperemos. Cuando me preguntan, ¿por qué aun sabiendo que todos vamos a morir algún día, nos cuesta tanto trabajo aceptarlo?, les digo que se debe a que por más que escuchamos la frase “vive hoy como si fuera el ultimo día”, en realidad no lo hacemos.

Hay quienes aprendieron a negar la muerte, creyendo que al negarla no existe, o se evita. Un ejemplo es la expresión “no voy a hacer testamento, porque estaría invocando a la muerte”, o “llamaron para ofrecer paquetes funerarios y les colgué, ¡yo no pienso morirme!”.  Sin embargo, hablar de muerte te invita a hablar de vida. Ayuda a visualizar que estás haciendo hoy para vivir (los años que tengas que vivir), de forma sana, autosuficiente e independiente. Ayuda a tener siempre tus documentos en orden y tu última voluntad por escrito, solo por si acaso. Hasta pudiera ser un motivador, para viajar, darte algunos lujos, atreverte a completar proyectos o ideas y hasta ir cerrando ciclos, para no dejar asuntos pendientes.

En el otro extremo, están los que ven a la muerte como algo maravilloso, un paso a la gloria, a donde no hay dolor, a un lugar mejor, y entonces, ante una situación agobiante o dolorosa piensan en acabar con su vida. La verdad es que no es necesario morir, para vivir una buena vida.

En conclusión: La forma en que aprendiste a ver la muerte, puede facilitar o dificultar tus procesos de duelo, y hasta tu propia muerte. Si la forma en que aprendiste te impide hablar de ella, o genera sentimientos desagradables, cámbiala por la aceptación de ésta como parte de la vida, y como un recordatorio de que debemos vivir, apreciar lo que tenemos, disfrutar el tiempo con nuestros seres queridos, aprender a despedirnos y a dejar la mejor huella posible en este mundo a cada paso que damos.

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jueves, 15 de mayo de 2025

Del libro “El regalo” de Stefanos Xenakis - Lady Muck

 

Del libro “El regalo” de Stefanos Xenakis

 

LADY MUCK

Hace unos cuantos años, quedé con un amigo en un buen restaurante, humilde, en uno de los barrios residenciales más concurridos de toda Atenas. Llego con diez minutos de antelación, como de costumbre. Me siento y comienzo a observar a las personas que me rodean.

En la mesa que tengo al lado hay una mujer de unos cincuenta años, una de esas señoras bien vestidas que salen a comer.  Estaba sentada con la mirada perdida, completamente distraída. Los ingleses tienen un término para describir a ese tipo de personas presumidas:  Lady Muck. Va ataviada de pies a cabeza con lujosas prensas de diseño. El conjunto completo debe de haberle costado miles de euros. Tiene pinta de ser de esas personas que solo se preocupan por sí mismas, por su casa, por su coche y, bueno, por sus hijos.

Entra un vendedor de lotería de ochenta y tantos años, espigado, huesudo, jorobado y apoyado en un bastón. Se acerca a la mesa de la Lady Muck.  Presiento lo que va a pasar. Estoy convencido de que se lo va a quitar rápido de encima. Los observo con el rabillo del ojo.

Me quedo boquiabierto cuando la Lady Muck se pone en pie de un salto para saludarlo. Le ofrece una silla y lo ayuda a sentarse. El vendedor está desconcertado, igual que yo. Se sienta. Ella le sirve un vaso de agua. El anciano se lo bebe y le da las gracias.

Acto seguido, ella le alcanza el menú para que pida algo. Él le vuelve a dar las gracias, pero lo rechaza. Sigue sin entender nada.  Dicen algo, pero no lo oigo.  Después veo que le da a la señora unos cuantos boletos de lotería; un montón, de hecho.  Uno a uno, sin descanso. Debe de haberle comprado la mitad de los que llevaba.

Al final, los dos se ponen en pie. Lady Muck lo acompaña hasta la puerta. El vendedor esboza una sonrisa de oreja a oreja y sacude la cabeza de camino a la salida, incrédulo. La señora está todavía más contenta.

Me echo a reír para no perder la cabeza. Ahora me toca criticarme a mí mismo en vez de a la exquisita Lady Muck. Pero he aprendido una valiosísima lección.

 

NO JUZGUES A NADIE.

OBERVEA Y APRENDE.


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jueves, 8 de mayo de 2025

 

Del libro: “¡Con golpes NO!  De Martha Alicia Chávez

 

Las fallas naturales en la comunicación



  

Mientras tengo más años, más me asombra lo difícil que es la comunicación, los muchos bemoles y recovecos que tiene y, al mismo tiempo, lo importante que es para el éxito de las relaciones. Hace poco leí esta frase de George Bernard Shaw que me pareció simplemente ¡brillante!: “El mayor problema con la comunicación es la ilusión de que tuvo lugar”.  Es una expresión perfecta, verdadera y profunda, que no necesita elaboración ni explicación.

Pues bien, haciendo lo más adecuado que podamos hacer para mejorar nuestra forma de comunicarnos, hablemos de una de las fallas más comunes en la comunicación entre las personas, que es el uso de un lenguaje subjetivo y ambiguo. Mientras más lo sea, más se prestará a malas interpretaciones y, en consecuencia, a confusión y conflictos. En mi práctica profesional, constantemente lidio con este tipo de lenguaje, frente al cual tengo que estar muy atenta para pedir aclaración y lograr un óptimo entendimiento de la situación que me cuenta el paciente y una óptima comunicación con este. Siempre me sorprende cómo la mayoría de las personas se expresa de forma confusa y subjetiva y ni siquiera se da cuenta. Veamos algunos ejemplos concretos que nos aclaren este punto.

Tu hijo adolescente te dice;  Es que tú no me comprendes”, y tú le respondes como si entendieras a la perfección a qué se refiere, diciéndole algo sí como: “Claro que te comprendo” o “Tú eres el que no me comprende a mí”. O, si te toma de malas, tal vez respondas: “Pues, ni modo, hago lo mejor que puedo” o “sí, soy la peor madre (o padre) del mundo”.

Si tu niña se queja de que no la apoyas o no la ayudas, tu respuesta será algo como: “Eso no es verdad, siempre te ayudo”, dando por hecho que entiendes de qué está hablando.

Palabras subjetivas como esas significan algo diferente para cada uno de nosotros. Qué pasaría si en lugar de las respuestas que das normalmente, dijeras algo como lo siguiente:

·         ¿Qué necesitas que haga para que sientas que te comprendo (apoyo, ayudo, etcétera)?

·         ¿Qué te haría sentir que te quiero mucho?

·         ¿Cómo quieres que te diga las cosas para que no sientas que te estoy regañando?

·         ¿A qué te refieres cuando me dices que te ayude? Dime específicamente cómo quieres que lo haga.

 

De la misma forma, cuando tú pides o expresas algo, hazlo evitando la subjetividad y ambigüedad. Puede ser que le digas a tu hijo: “Hoy te toca ordenar la cocina después de la cena”. Un rato después vas a revisar y te pones furioso porque en tu opinión no lo hizo adecuadamente, pero tu hijo jura y perjura que sí. Entonces le muestras que no limpió la estufa, que no sacó ni acomodó los trastes en su lugar, que lo que sobró de comida no lo puso en un recipiente dentro del refrigerador, etcétera.

Así también, puede ser que a tu niño le digas: “Si te portas bien durante toda esta tarde, mañana te llevo al cine”. Pasa la tarde, y a la mañana siguiente tu hijo te pregunta a qué hora irán al cine, pero tú le responde que no irán porque le advertiste que lo harían sólo si se portaba bien. Tu hijo llora desconsoladamente porque jura que se portó bien y tú insistes en que no fue así.

La realidad es que para un niño o un adolescente “arreglar la cocina” o “portarse bien” significa algo muy diferente a lo que piensan sus padres. A veces, cuando son pequeños, ni siquiera entienden qué rayos significan esas cosas exactamente.  Pero si eres una madre o un padre que saben comunicarse, dirás algo así:

Cuando te pido que arregles la cocina me refiero a que saques y guardes los trastes que lavas, limpies las migajas de la mesa, limpies la estufa de esta manera, guardes en un recipiente lo que sobró, etcétera.”

“Si toda esta tarde me haces caso a la primera cuando te pido algo, por ejemplo, apagas la tele cuando te lo pido, te metes a bañar cuando te digo, recoges todos los juguetes y los pones en el cesto, mañana te llevo al cine.”

 

Nunca des por hecho que el otro entiende exactamente a qué te refieres con lo que dices; créeme, no es así. Los niños, los adolescentes y los adultos necesitamos lenguaje claro, concreto, específico. Desarrolla el hábito de comunicarte de esa forma y evitarás muchos malentendidos y conflictos:

-          Necesito que me ayudes a llevar las cajas al closet.

-          Te quiero platicar algo, pero por favor no me des consejos ni soluciones; solo escúchame.

-          Cuando te hablo y no me miras siento que no me escuchas.  Esto que te voy a comentar es muy importante para mí y te pido que me veas a los ojos.

-          Me pediste que te ayude con tu proyecto. ¿Específicamente qué quieres que haga?

 

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jueves, 1 de mayo de 2025

¡Ponte tu camiseta! ... Autora, Alicia Campos Vera

 


¡PONTE TU CAMISETA!     Autora:  Alicia Campos Vera




Este escrito es para quienes trabajan para un empleador (principalmente los que laboran en alguna fábrica o industria), o para quienes en algún momento lo van a hacer. Aunque en realidad aplica para cualquier trabajador o emprendedor.

Es muy común escuchar la expresión “¡Ponte la camiseta de la empresa!”, la cual significa que des tu máximo esfuerzo y tengas un firme compromiso con el negocio. Dicho de una forma más coloquial, es una forma de decirte que trabajes tan arduamente, como si esa empresa fuera tuya.  ¡Pero no lo es!

La frase ¡Ponte la camiseta de la empresa! ha sido utilizada como una herramienta motivacional, con la intención de querer sacar al empleado de su área de confort, pero en otros casos, se ha utilizado como una especie de chantaje hacia el trabajador.

Mi recomendación es que “NO te pongas la camiseta de ninguna empresa” …  ¡Ponte TU CAMISETA!  Comprométete a dar lo mejor de ti en cualquier negocio, empresa, taller, o actividad, porque entonces tendrás un excelente desempeño en cualquier área de tu interés y en cualquier trabajo.

En la actualidad, son pocas las empresas que no tienen que hacer recortes de personal ante dificultades financieras, y cuando esto ocurre, muchos empleados que trabajaron largas jornadas por el bien la compañía, se sorprenden, decepcionan y enfurecen, al ser despedidos. 

Por otro lado, si TU CAMISETA y TU COMPROMISO para realizar un excelente trabajo, siempre los traes contigo, los despidos solo serán parte de tu experiencia laboral, y podrás volver a colocarte en otro lugar. Además, muy probablemente siempre obtendrás muy buenas referencias de cada empleador, y tendrás las puertas abiertas para poder regresar.


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