Del libro “El regalo” de Stefanos Xenakis
HUMOR
La vida es un juego y la única forma de perder es no jugar.
Esa era una de las frases favoritas de mi mentor. Nos la repetía hasta la saciedad, hasta que
captábamos el mensaje.
Un día, mientras hago cola en el banco, oigo una interesante
conversación detrás de mí y me paro a escuchar. Una mujer, de unos cuarenta y
tantos años, está hablando con un hombre mayor. Le está diciendo lo joven que
parece su padre para su edad.
– Cuando nos ven juntos, ¡la gente piensa que somos pareja!
– exclama–. ¡Ahí está! Papá, ven aquí, ¿quieres?
Lo miro de reojo. Un anciano alegre se acerca a paso ligero.
Tiene una sonrisa de oreja a oreja y lleva unas bermudas, una camiseta moderna
y una gorra de béisbol; el eterno adolescente. Irradia energía. Es el tipo de
hombre que, con solo mirarlo, ya te alegra el día. Se mete de pleno en la
conversación.
– ¿Qué edad me echas? – le pregunta al hombre mayor.
– ¿Sesenta? – pregunta el tipo en voz alta.
– ¡Setenta y cinco! – declara con orgullo el “adolescente”,
y deja escapar una risita.
Me doy vuelta, atónito. No me perdería la energía que
irradia aquel hombre por nada del mundo.
Cedo mi tanda en la cola y me cuelo en la conversación. El anciano
sonría con toda la cara.
– ¿Nos conocemos? – me pregunta–. ¿Del barbero, puede ser? –
Suelta una risotada al quitarse la gorra. Está completamente calvo, como yo –.
¿Vamos juntos a clase de baile? ¿Nadas en invierno?
El tipo se lo guisa y se lo come, pero, sobre todo, nunca se
olvida de reír. Ni de bromear. Por cualquier cosa, por pequeña que sea.
La alegría lo es todo. La risa es la hija y la madre de la
alegría, como en el dilema del huevo y la gallina. Cuando estás feliz, te ríes,
pero también te ríes para estar feliz. Y en la base de ambas está tu sentido
del humor, que ocupa el puesto de mando de tus sentimientos. El humor es vida.
Es la esperanza de que algo nuevo, algo especial, esté naciendo. El humor es la
celebración de la vida.
Las personas con sentido del humor son más felices. No
envejecen y enferman mucho menos. Brillan con luz propia, resplandecen. Vayan
donde vayan, atraen la energía positiva, como si estuvieran lanzando purpurina
a su alrededor. Dejan el mundo un poquito mejor que como se lo encontraron.
Tener sentido del humor es señal de carácter, delicadeza y
elegancia. Es algo propio de las grandes
personas.
Winston Churchill y la parlamentaria británica lady Astor
eran conocidos por sus ingeniosas conversaciones. Un día, lady Astor le dijo:
– Si fuera usted mi esposo, le envenenaría el té.
A lo que Churchill respondió:
– Señora, si yo fuera su esposo, me lo bebería.
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