Del libro “No te
preocupes, ¡Enfádate si quieres!” de Ajahn Brahm.
¿Cuándo está bien mentir?
Una mujer mayor,
budista, me llamó una noche con una gran angustia. Me contó que aquella tarde había MENTIDO a su marido por primera vez des que se casaron hacía cuarenta
años. Me dijo que se sentía muy
mal.
Su marido, Don,
había tenido un infarto del que había sobrevivido. Sin embargo, necesitaba que le fuera
implantado con urgencia un baipás y fue ingresado en un hospital a la espera de
que se encontrase lo bastante recuperado para proceder a la operación.
Había otros tres
pacientes masculinos en la misma habitación, también esperando un baipás. Don se hizo amigo de Jack, que estaba en la
cama de al lado. De modo que, cuando su
esposa le visitó por la tarde el día de la operación de Jack, Don le preguntó
cómo le había ido a su amigo en la operación a que había sido sometido por la
mañana.
-
¡Oh, Jack está bien! – dijo su mujer –. Se está recuperando en la UCI.
La verdad era que
Jack había muerto. La mujer de Don acababa de enterarse, pues se
había encontrado con la apesadumbrada familia de Jack en el vestíbulo del
hospital y le habían comunicado la triste noticia. Ella no fue capaz de decirle a su marido que
su nuevo amigo había fallecido en una operación semejante a la que él debía
someterse al día siguiente. Así que
mintió.
Don sobrevivió
con dificultades a su operación de baipás.
Durante tres días estuvo entre la vida y la muerte, pero lo superó. A veces pienso que si su mujer le hubiera
dicho la verdad, la preocupación añadida probablemente hubiera sido suficiente
para empujarlo hacia el lado de la muerte.
La mentira, pues, le salvó la vida.
Así que digo a
mis seguidores que a veces está bien
mentir. ¡Pero solo una vez cada cuarenta
años!
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