Del libro “Todo pasa.. y esto también pasará” de Martha Alicia Chávez.
DEJAR IR LAS EXPECTATIVAS
“El problema no
es tu ausencia, el problema es que te espero”, dice Ricardo Arjona en su
canción El problema. En efecto, después
de la pérdida, aunque ésta sea tan clara como el agua y tan real como la
verdad, seguimos esperando. Esperando que alguien regrese, que cambie
de opinión, que recapacite; esperando que
lo que nos está sucediendo no sea verdad; esperando que hoy sí encontremos ese apreciado objeto que perdimos; esperando…
esperando… esperando…
Pero tengo que
decirte una verdad cruda y dolorosa: ¡SE ACABÓ!, ¡SE FUE!, ¡SE PERDIÓ!
El momento de dejar ir las expectativas es muy
doloroso, aunque también muy liberador. Una vez
que hemos hecho todo lo que está en nuestras manos para cambiar las cosas, para
recuperar lo perdido y no hemos podido lograrlo, más nos vale soltarlo, dejarlo ir con el cuerpo y con el
alma en todos los niveles de nuestra existencia, porque si no lo hacemos, será muy difícil vivir en paz.
Óscar comparte con
nosotros una experiencia en la que nos muestra una situación así:
Hace un año mi novia decidió terminar nuestra
relación. Dijo que estaba harta de mis
celos. Yo no podía creerlo, aunque era
cierto que la celaba mucho, pero llevábamos casi tres años de novios y la
relación era en general muy buena y amorosa.
Teníamos planes para casarnos y viajar, y hasta habíamos hablado de
cuántos hijos tendríamos, dónde viviríamos y muchas ilusiones que se
derrumbaron cuando me anunció que se acababa.
Le supliqué que no, que me diera otra oportunidad,
que yo cambiaría, que haría lo que
me pidiera, que ella podría hacer lo que quisiera, pero ella seguía firme en su
decisión. Me sentía morir, me deprimí
muchísimo y pasaba las noches llorando y en el día no tenía ganas de nada,
estaba seguro de que no podría ser feliz sin ella. Cada día le volvía a suplicar, a prometer, a
proponer, mas nada la hacía cambiar de opinión.
Aun así, yo hacía planes para ofrecerle nuevas propuestas, en espera de
convencerla.
Empecé a ir con un psicólogo a terapia para que me
ayudara a quitarme lo celoso, pero ahora sé que no lo hice por convicción, sino
sólo para retenerla. Y sin importar lo
que yo hiciera, ella seguía igual. Yo
pensaba: “Tal vez mañana, tal vez
ya que pase su menstruación porque anda muy sensible, tal vez el día de mi cumpleaños, tal vez si le llamo, tal vez
si le dejo de llamar, tal vez si le
pido a su mamá que la convenza”, y nada servía.
Todo eso me volvía loco, hasta que un día ella misma me habló de manera tan
tajante que me hizo darme cuenta de la realidad; viéndome a los ojos,
apuntándome con el dedo y casi gritándome dijo:
“¡NUNCA VOY A VOLVER CONTIGO.
HAGAS LO QUE HAGAS, NUNCA, NUNCA, NUNCA VAMOS A VOLVER, SE ACABÓ,
FINITO, THE GAME IS OVER!”, y me siguió repitiendo eso varias veces más. Me provocó un coraje tremendo y un dolor que
me taladró el corazón; no obstante me sirvió para entender que tenía que
aceptarlo y hacerme el ánimo porque si no me iba a llevar la fregada. Fue raro ver cómo, en cuanto acepté que se había acabado, empecé a sentirme mejor y me
“desatoré” para seguir adelante. Ha
habido momentos muy difíciles, he llorado mucho, me he culpado, pero ahora sí
estoy yendo a una nueva terapia por propia convicción, pues sé que los celos me
hacen daño y dañan a la gente que quiero, y estoy decidido a quitármelos de
encima y ser una persona más sana y madura…. Lo que sí me impresionó es que,
con todo y mi coraje y mi dolor, en cuanto entendí y acepté la realidad me sentí mucho más en paz, como liberado de algo. Ahora
sé que la vida sigue y quiero disfrutarla al máximo.
Óscar.