sábado, 2 de abril de 2022


Del libro “El contador de historias”  del  Dr.  Camilo Cruz

 

Los tres sedazos

 



En cierta ocasión, Sócrates recibió la visita de un vecino suyo con quien poco departía, ya que el hombre hablaba más de la cuenta y parecía deleitarse en propagar chismes sobre los demás sin molestarse en verificar si eran ciertos o no.

“No vas a creer lo que tengo que contarte sobre tu mejor amigo”, le dijo.  “Te aseguro que después de escuchar lo que te voy a decir ya no confiarás tanto en él”.

Sin embargo, antes de que el hombre pronunciara una palabra más, Sócrates lo interrumpió.

“Espera un momento”, le dijo.  “Antes de que me digas cualquier cosa quiero saber si ya has pasado lo que vas a contarme a través de los tres cedazos de la integridad”.

“¿A qué cedazos te refieres?”, le preguntó el hombre extrañado.

Sócrates había concebido esta idea aplicando la misma técnica que utilizan los constructores para obtener la arena más fina: cerniéndola o pasándola varias veces a través de zarandillos para así separar la arena fina del pedrusco y la arena gruesa.  De esta misma manera, veía él que era necesario filtrar o depurar la información que recibía del mundo exterior para asegurarse de que lo que llegara a su mente fuera realmente cierto.

“El primero”, respondió el sabio, “es el cedazo de la verdad.  ¡Estás seguro de que esto que vas a contarme es cierto?

El hombre vaciló un instante.

“A decir verdad, no lo estoy.  Lo he escuchado de otra persona, pero no lo vi con mis propios ojos, aunque, como dicen por ahí, ´donde hay humo es porque hay fuego´”.

“¿Te das cuenta de que lo que quieres contarme ni siquiera ha pasado la primera prueba?”, indicó Sócrates. “Y tú no solo lo dabas por auténtico, sino que estás listo a proclamarlo a los cuatro vientos”.

“¿Y si te hubiese dicho que sí era cierto?, insistió el hombre, no queriendo quedarse con aquel chisme para sí solo.

“Te hubiese pedido que lo pasáramos a través de los otros dos cedazos.  El segundo es el de la bondad.  ¿Estás seguro de que son tus buenos sentimientos los que te mueven a contarme estas cosas?”

     “¿Y el tercero?, preguntó el hombre con enorme curiosidad.

“Es el de la utilidad.  ¿Piensas que es necesario que yo sepa lo que quieres compartir conmigo?”

El hombre estuvo en silencio un largo rato.  Sabía que se encontraba frente a quien muchos consideraban el más sabio de todos los maestros en Grecia y no quería cometer una mayor imprudencia.

“A decir verdad”, indicó finalmente, “no pensé en nada de eso”.

“En tal caso”, agregó Sócrates, “guarda tus palabras para ti y procura olvidarlas”.

 

 

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Es posible que te estés preguntando qué hace un cuento como Los tres cedazos en un capítulo sobre la importancia de seguir creciendo.  Es sencillo, gran parte de la información y las ideas que terminan moldeando nuestro carácter la hemos recibido de otras personas – familiares, profesores, socios, amigos y hasta desconocidos – a manera de consejos, opiniones y enseñanzas, críticas y experiencias compartidas.  Esta historia nos recuerda la gran responsabilidad que tenemos de asegurarnos de que la información que recibimos de otros sea cierta, relevante y necesaria.

 


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