Del libro “El contador de historias” del Dr. Camilo Cruz
Los tres sedazos
En cierta
ocasión, Sócrates recibió la visita de un vecino suyo con quien poco departía,
ya que el hombre hablaba más de la cuenta y parecía deleitarse en propagar
chismes sobre los demás sin molestarse en verificar si eran ciertos o no.
“No vas a creer lo
que tengo que contarte sobre tu mejor amigo”, le dijo. “Te aseguro que después de escuchar lo que te
voy a decir ya no confiarás tanto en él”.
Sin embargo,
antes de que el hombre pronunciara una palabra más, Sócrates lo interrumpió.
“Espera un
momento”, le dijo. “Antes de que me
digas cualquier cosa quiero saber si ya has pasado lo que vas a contarme a
través de los tres cedazos de la
integridad”.
“¿A qué cedazos
te refieres?”, le preguntó el hombre extrañado.
Sócrates había
concebido esta idea aplicando la misma técnica que utilizan los constructores
para obtener la arena más fina: cerniéndola o pasándola varias veces a través
de zarandillos para así separar la arena fina del pedrusco y la arena
gruesa. De esta misma manera, veía él
que era necesario filtrar o depurar la información que recibía del mundo
exterior para asegurarse de que lo que llegara a su mente fuera realmente
cierto.
“El primero”,
respondió el sabio, “es el cedazo de la
verdad. ¡Estás seguro de que esto
que vas a contarme es cierto?”
El hombre vaciló
un instante.
“A decir verdad,
no lo estoy. Lo he escuchado de otra
persona, pero no lo vi con mis propios ojos, aunque, como dicen por ahí, ´donde
hay humo es porque hay fuego´”.
“¿Te das cuenta
de que lo que quieres contarme ni siquiera ha pasado la primera prueba?”,
indicó Sócrates. “Y tú no solo lo dabas por auténtico, sino que estás listo a
proclamarlo a los cuatro vientos”.
“¿Y si te hubiese
dicho que sí era cierto?, insistió el hombre, no queriendo quedarse con aquel
chisme para sí solo.
“Te hubiese
pedido que lo pasáramos a través de los otros dos cedazos. El segundo es el de la bondad. ¿Estás
seguro de que son tus buenos
sentimientos los que te mueven a contarme estas cosas?”
“¿Y
el tercero?, preguntó el hombre con enorme curiosidad.
“Es el de la utilidad. ¿Piensas que es necesario que yo sepa lo que quieres compartir conmigo?”
El hombre estuvo
en silencio un largo rato. Sabía que se
encontraba frente a quien muchos consideraban el más sabio de todos los
maestros en Grecia y no quería cometer una mayor imprudencia.
“A decir verdad”,
indicó finalmente, “no pensé en nada de eso”.
“En tal caso”,
agregó Sócrates, “guarda tus palabras para ti y procura olvidarlas”.
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Es posible que te
estés preguntando qué hace un cuento como Los tres cedazos en un capítulo sobre
la importancia de seguir creciendo. Es
sencillo, gran parte de la información y las ideas que terminan moldeando
nuestro carácter la hemos recibido de otras personas – familiares, profesores,
socios, amigos y hasta desconocidos – a manera de consejos, opiniones y
enseñanzas, críticas y experiencias compartidas. Esta historia nos recuerda la gran
responsabilidad que tenemos de asegurarnos
de que la información que recibimos de otros sea cierta, relevante y necesaria.
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