Del Libro “Las 3
Promesas” de David J. Pollay
1)
Disfruta cada día
2)
Haz lo que amas
3)
Da a los demás
La ley del anfitrión
¿Recuerdas esa
sensación que te asalta cuando entras en una sala y no conoces a nadie? Se
supone que vas a conocer gente nueva, pero no sabes por dónde empezar. Te sientes como un niño pequeño en el patio
de recreo que está esperando que alguien lo invite a jugar. Aprendí que esto no tiene por qué ser así en
una fiesta a la que acudí en la ciudad de Nueva York hace dieciocho años.
Un amigo me dijo
que me encontrara con él allí. El
conocía al anfitrión y me aseguró que la fiesta sería divertida. Así que me dio la dirección y tomé un taxi
hacia el vecindario neoyorkino de East Village.
El taxi se
detuvo, pagué al conductor, salí y caminé hasta la puerta de entrada. Estaba parcialmente abierta y pude ver que
había gente hablando y riendo dentro.
Abrí la puerta del todo y entré.
No había nadie para recibirme, de modo que me desabroché el abrigo y
exploré la sala. No vi a mi amigo. Miré el reloj (mi amigo debía de llevar
retraso) y caminé por ahí.
Eché un vistazo
por la sala. No conocía a nadie. La música estaba alta, todos estaban reunidos
en pequeños grupos y me sentí incómodo, fuera de lugar. Justo entonces, una mujer joven se me acercó
con una cálida sonrisa. Estaba sujetando
una gran bolsa de M&Ms.
- ¿Quieres? –
dijo.
- Claro que sí –
respondí, aliviado porque alguien estaba hablándome.
- Bien; abre la
mano – dijo. La mujer dejó caer varios
M&Ms en mi mano.
- Gracias.
Me puse uno en la
boca y moví suavemente los dedos entre el resto. Ella dijo:
- Bienvenido a la
fiesta. Soy Susana.
-Yo, David. Encantado de conocerte. ¡Fantástico apartamento!
- Es un sitio
estupendo, ¿verdad? – dijo Susana.
A continuación
comenté:
-Gracias por
celebrar esta fiesta. Todos parecen
estarse divirtiendo.
Ella se rio:
- La fiesta es
genial; hay un montón de gente interesante.
Pero no es mi fiesta.
- ¡No me digas!
Pensaba que lo era.
Sonrió:
- No; la única
persona a quien conozco aquí es la amiga que me ha traído. Está por ahí, en la cocina.
- ¿Y la gran
bolsa de M&Ms y el saludo?
Respondió:
- solamente
quería darte la bienvenida.
Entonces
comprendí lo que llamo “la ley del anfitrión”.
Invitados y anfitriones
Podemos ser dos
tipos de persona en la vida. Podemos ser
un invitado o un anfitrión. Cuando nos
vemos a nosotros mismos como invitados, esperamos. Esperamos a ser recibidos. Esperamos a que nos den la bienvenida. Esperamos a ser presentados. Los demás tienen que venir a nosotros.
Cuando nos vemos
como anfitriones, somos quienes damos la bienvenida. Vemos la vida como si se tratase de nuestro
evento. Nos acercamos a los demás. Sonreímos.
Saludamos a la gente. Le
ayudamos.
Cuando adoptamos
el papel de anfitrión, nos abrimos a nuevas personas y experiencias, actuamos
con generosidad y les damos a quienes están a nuestro alrededor la oportunidad
de sentirse incluidos, apreciados y queridos.
Tienes la
posibilidad de elegir cómo te muestras en la vida. Lo que importa es tu mentalidad. Si te sientes como un invitado, actuarás como
un invitado. Si te sientes como un
anfitrión, actuarás como un anfitrión.
Ser un buen
anfitrión te hace sentir confiado y con energía; sabes que es tu
responsabilidad, tu placer y tu derecho interactuar con todos. Te acerca a las personas y te aseguras de que
se sientan cómodas e incluidas.
La decisión es nuestra
Es fácil vivir la
vida como un invitado. Todo lo que
tienes que hacer es dejar que los demás se acerquen a ti. Esta actitud no es incorrecta. No es intrusiva e incluso puede ser
respetuosa, en algunos casos, pero es una actitud conservadora, una estrategia
que te permite ser uno más y evitar el riesgo de destacar.
Dar un paso al
frente para conocer gente puede conducir a la decepción: no todos te
responderán como esperas o como te gustaría.
Pero cuando te ves a ti mismo como anfitrión, centras tu atención en los
otros y llevas a cabo nuevas conexiones mientras les das la bienvenida a tu
iglesia, sinagoga o donde sea que efectúes tu acto de culto, o bien adonde sea
que acudas para relacionarte (una reunión de negocios, un congreso, el evento
de un club o una fiesta).
Cuando actúas
como un anfitrión, estás realmente vivo.
Y aguas a los demás a cobrar vida.
Acciones
Examina los
distintos roles que desempeñas en el trabajo, en casa y en tu comunidad. Actúa cada día, durante esta semana, como un
anfitrión. Haz que otros se sientan
cómodos, incluso si esto implica que tienes que abandonar tu zona de
confort. Observa el impacto que tiene tu
acogida en ellos.
Quedarás
impresionado.
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