Del libro
“Sanando las heridas del alma” de Rafael Ayala
Rebeldía y agresividad
La amargura
también se manifiesta a través de rebeldía y agresividad. La agresividad no es solamente violencia
física. También podemos atentar contra
los demás con nuestra vestimenta, la
manera de hablar y con actitudes que sabemos que los molestan.
En ocasiones la búsqueda frenética del
éxito es una forma de agresión. Hay
quienes dedican su vida a superarse material o socialmente para demostrar a
quienes les dañaron que merecían su respeto y admiración.
Estas personas
son movidas en su interior más por un deseo de venganza que de superación. Invierten su tiempo y esfuerzo en sobresalir para llamar la atención de
quienes les aplastaron o fueron indiferentes ante sus necesidades
emocionales. Los estilos de obtener el
reconocimiento de sus “ofensores” varían
dependiendo de la cultura de cada individuo.
Algunos lo hacen alcanzando puestos de eminencia o riqueza
económica. Otros lo intentan mediante acciones suicidas o terribles crímenes que les permitan ser
protagonistas y llamar la atención. En
ocasiones la rebeldía se disfraza de justicia.
Esto sucede cuando detrás de los intentos por establecer equidad está el
deseo de vengarse por haber sido
rechazado.
Las actitudes que
lastiman a la gente pueden ser planteadas o no, pero el resultado es el
mismo. Cuando alguien nos rechaza no
necesariamente tiene la intención de hacerlo.
Esto es similar a cuando ocurre un accidente y alguien sale
lesionado. Lo más importante no es quién
provocó la tragedia, sino atender a las personas que resultaron heridas. Quizás quien generó el percance jamás se
enteró de lo sucedido. Pero es un hecho
que alguien salió lastimado y hay que sanarle.
Cuando
reflexionamos sobre nuestro pasado encontramos seres humanos que nos
rechazaron. Incluso algunos de ellos
quizá lo hicieron con intención. A pesar
de ellos nuestro enfoque debe estar
en qué podemos hacer para salir adelante a pesar de lo sucedido, no en
a quién debemos responsabilizar. Buscar
culpables no resuelve el problema, sólo agrega rencor al pesado costal que
cargamos.
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