Del Libro “EL ESCLAVO” de Anand Dílvar
Estimado Amigo:
Me llamo amigo porque eso es lo que quiero ser conmigo mismo ahora. Por mucho tiempo yo fui mi peor enemigo, de hecho, fui mi único enemigo.
Fui yo el que permitió que el miedo dominara mi
vida. Fui yo el que se aferró a las
penas del pasado para llenar mi presente de sufrimiento. Era mi propia voz la que escuchaba en mi
cabeza y que me convencía de no merecer lo bueno, y me hacía sentir menos que
los demás.
Fui yo mismo el que me llené de inseguridades y
dudas, de celos y resentimientos. Fui yo
mismo el que me juzgué y me critiqué en todo lo que hacía. Yo mismo afecté mi salud y mi bienestar, y
fui yo mismo el responsable de los problemas de mi vida. En mi estaba la solución y en mi estaban
todas las respuestas.
Fui yo mismo el acusado, el juez y el verdugo de
mi propia vida. Yo mismo dicté las
sentencias y yo mismo me impuse los castigos.
Y, sin embargo…
hoy me perdono todo, porque
me doy cuenta que siempre hice lo mejor
que pude. Comprendo que fui un ser
sensible y vulnerable como lo son todos los seres humanos y que las
experiencias de mi vida moldearon mi personalidad. Hoy rechazo la culpa que siento por mis
errores, ya que en nada ayuda y nada soluciona.
Aprendí tarde que yo era capaz de cambiar mi vida a pesar de
mis heridas y de las situaciones que me rodearon. Tarde comprendí que yo era mi propio dueño,
que mis pensamientos moldearon mi existencia, que no era un esclavo de las
circunstancias y que en mi estaba el poder de mejorar, de cambiar y de vivir en
armonía.
Puedo ver ahora que mi vida fue maravillosa a
pesar de las pérdidas y heridas que todos compartimos. Agradezco la oportunidad que tuve de ver, de
oír, de sentir, de saborear, la oportunidad de compartir con otros mi vida y la
oportunidad de amar a mis semejantes.
Hoy me deshago de viejos resentimientos hacia
otros y hacia mí mismo.
Hoy rompo las cadenas con las que yo mismo me até.
Hoy me libero del miedo y la culpa.
Hoy me perdono por todos mis errores.
Hoy admito que nadie tiene control sobre mis
pensamientos.
Hoy admito que nadie tiene control sobre mis
sentimientos.
Hoy me declaro libre de todas mis heridas.
Hoy es un buen día para morir.
Me quiero.
Atentamente,
La persona más importante de mi vida.
Al terminar de
redactar estas cartas en mi mente, me sentí liberado, aun cuando sabía que no
tendría la oportunidad de escribirlas ni de entregarlas a sus respectivos
destinatarios.
- La decisión de
dejar atrás la culpa y el resentimiento es algo que tiene que ver contigo y no
tanto con los demás – comentó mi guía –
Cuando decides perdonar, eres tú el que se libera y el que se deshace de
la pesada carga del rencor.
Mucha gente vive
cargando un costal en la espalda. Un
costal lleno de ofensas del pasado, de rencores, de culpas, de resentimientos,
de heridas, de amores fallidos, de desilusiones, de corazones rotos, de
infidelidades, de miserias…
- Muchos dicen
que todos tenemos una cruz que cargar – le interrumpí.
- ¡¿De dónde sacaron esa idea?! Ellos mismo se pusieron la cruz a cuestas
aferrándose al pasado y es de ellos la decisión de dejarla en el momento que
quieran. Nadie les ha pedido que sufran.
- Dicen que
tienen que pagar lo que reciben – comenté.
No hay comentarios:
Publicar un comentario