Del Libro “No te
preocupes, ¡enfádate si quieres! De Ajahn Brahm
Cuando no existe silencio
El budismo enseñó
siempre la filosofía del “vive y deja vivir”, pero cuando la fiesta seguía a
todo volumen a las dos de la madrugada, decidimos pedir un compromiso tipo
“duerme y deja dormir”. Después de todo,
nosotros los monjes, teníamos que levantarnos a las tres de la mañana para
iniciar nuestro día monástico.
Preguntamos al
responsable si podían parar a la una de la noche, dándonos así dos horas para
dormir. La respuesta fue una educada
negativa. Así que enviamos una
delegación para ver a nuestro muy venerado maestro, Ajahn Chah, solicitándole
que pidiera a los lugareños que dejaran de hacer ruido a la una. Sabíamos que el responsable aceptaría
cualquier cosa que le pidiera Ajahn Chah.
Fue en esa
ocasión cuando Ajah Chah nos enseñó que “No
es el sonido lo que os molesta. ¡Sois
vosotros quienes molestáis al sonido!”
No era eso lo que
esperábamos, pero funcionó.
El ruido seguía
reverberando en nuestros tímpanos, pero ya no en nuestras mentes. Hicimos las paces con la molestia. Eran solo tres días, y pasaron pronto.
Muchos años más
tarde, visitó nuestro monasterio de Australia el hermano de uno de los
monjes. Por desgracia, todas las
habitaciones de invitados estaban llenas, así que el monje me preguntó si podía
compartir habitación con su hermano, solo por una noche. Después de todo, habían crecido juntos
compartiendo habitación.
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Ah,
pero ahora los dos sois mucho más viejos – señalé –. Probablemente los dos
roncáis. El monje insistió en que no
habría ningún problema, así que se concedió el permiso.
El hermano del monje fue el primero en dormirse, y, como predije, roncaba tan fuerte que el monje no podía conciliar el sueño. Agotado al no poder conciliar el sueño, el monje recordó el consejo que se le había dado: “No es el sonido lo que te molesta. ¡Eres tú quien molesta al sonido!”
Así que empezó a
jugar con su percepción del ronquido, superponiendo al sonido la imaginación de
que era una relajante melodía de un célebre compositor clásico. No podía cambiar la forma en que sonaba el
ronquido, pero podía cambiar la manera de percibirlo.
Cuando se levantó a la mañana siguiente, lo último que recordaba, antes de caer en un sueño reparador, era ¡lo melodioso que había sido el ronquido de su hermano!
Así pues, si tu
marido ronca, imagina que estás oyendo a Grateful
Dead o cualquier música que te guste.
Cuando el perro ladre en mitad de la noche, percíbelo como una
interpretación de la Obertura 1812 de
Tchaikovsky, o algo similar.
Cuando no puedas
escapar al ruido, cambia tu percepción de él.
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