viernes, 17 de abril de 2020

Del Libro “Hijos Gordos” de Martha Alicia Chávez


Del Libro  “Hijos Gordos”  de Martha Alicia Chávez






En el caso de Sergio, por ejemplo, en el nivel verbal sus padres le decían constantemente que estaba gordo y que debía adelgazar, pero en el nivel no verbal, el de los actos, le ponían enfrente hamburguesas, papas fritas, refrescos, pasteles, litros de helado y toda clase de comida engordadora.  Lo hacían aunque todos sabían que eso traería la indeseable consecuencia que los padres tanto repudiaban:  engordar.
Peor aún, esos alimentos engordadores eran ofrecidos a Sergio como un premio y eran como un símbolo de la unión y el disfrute familiar, haciendo todavía más confusa la situación para él.  Esto se relaciona con otro tipo de paradoja pragmática llamada “ilusión de alternativas”, según la cual pareciera que la persona, en efecto, puede elegir entre dos alternativas pero, sea cual sea su elección, pierde.
Por ejemplo, muy en el fondo, Sergio y toda su familia sabían que esa comida y el helado que se le ofrecía como premio o como parte del disfrute y la unión familiar, lo engordarían; y con ello vendrían la crítica, los comentarios humillantes, el repudio de sus padres a su condición de obeso y las aborrecidas dietas.  Pero él no podía decir que no, porque de haberlo hecho se le habría considerado malagradecido o ingrato por no valorar el premio y por estropear los momentos de disfrute familiar.  ¿Cómo iba a rechazar el precio que sus padres le ofrecían? ¿Cómo iba a arruinar el domingo familiar al no participar en las comilonas que lo acompañaban? El meollo de la “ilusión de alternativas” se encuentra en el hecho de que hiciera lo que hiciera, perdería.  Si comía, perdía; si no comía, también.

En el caso de Fernanda sucedía exactamente lo mismo.  Por un lado, se esperaba de ella que bajara de peso, pero por otro lado se llenaban el refrigerador y la alacena con alguna comida sana, sí, pero también con refrescos y comida engordadora, los cuales la madre le compraba los fines de semana cuando iban al supermercado, con el propósito de que tuviera en casa esas cosas que le gustaban. Arropadas con el velo de un acto de amor (porque, de hecho, sí lo era), rechazarlas era impensable.  He aquí la paradoja: si te lo comes, pierdes; si no te lo comes, también.

  ¡Madre, padre!, tú eres quien le compras a tu hijo toda esa comida chatarra y engordadora… y luego te quejas de que engorde.  Tú eres quien le permite comerla y luego lo criticas y le reclamas.  Comprarle y permitirle que consuma esos dulces es totalmente inadecuado no sólo por el hecho de que suba de peso, sino porque el exceso de grasas y azúcar, y los alimentos refinados y sin nutrientes, le causan importantes problemas de salud.



.

No hay comentarios:

Publicar un comentario