Del Libro “Hijos Gordos” de Martha Alicia Chávez
En el caso de
Sergio, por ejemplo, en el nivel verbal sus padres le decían constantemente que
estaba gordo y que debía adelgazar, pero en el nivel no verbal, el de los
actos, le ponían enfrente hamburguesas, papas fritas, refrescos, pasteles,
litros de helado y toda clase de comida engordadora. Lo hacían aunque todos sabían que eso traería
la indeseable consecuencia que los padres tanto repudiaban: engordar.
Peor aún, esos
alimentos engordadores eran ofrecidos a Sergio como un premio y eran como un
símbolo de la unión y el disfrute familiar, haciendo todavía más confusa la
situación para él. Esto se relaciona con
otro tipo de paradoja pragmática llamada “ilusión de alternativas”, según la
cual pareciera que la persona, en efecto, puede elegir entre dos alternativas
pero, sea cual sea su elección, pierde.
Por ejemplo, muy
en el fondo, Sergio y toda su familia sabían que esa comida y el helado que se
le ofrecía como premio o como parte del disfrute y la unión familiar, lo
engordarían; y con ello vendrían la crítica, los comentarios humillantes, el
repudio de sus padres a su condición de obeso y las aborrecidas dietas. Pero él no podía decir que no, porque de
haberlo hecho se le habría considerado malagradecido o ingrato por no valorar
el premio y por estropear los momentos de disfrute familiar. ¿Cómo iba a rechazar el precio que sus padres
le ofrecían? ¿Cómo iba a arruinar el domingo familiar al no participar en las
comilonas que lo acompañaban? El meollo de la “ilusión de alternativas” se
encuentra en el hecho de que hiciera lo que hiciera, perdería. Si comía, perdía; si no comía, también.
En el caso de
Fernanda sucedía exactamente lo mismo.
Por un lado, se esperaba de ella que bajara de peso, pero por otro lado
se llenaban el refrigerador y la alacena con alguna comida sana, sí, pero
también con refrescos y comida engordadora, los cuales la madre le compraba los
fines de semana cuando iban al supermercado, con el propósito de que tuviera en
casa esas cosas que le gustaban. Arropadas con el velo de un acto de amor
(porque, de hecho, sí lo era), rechazarlas era impensable. He aquí la paradoja: si te lo comes, pierdes;
si no te lo comes, también.
… ¡Madre,
padre!, tú eres quien le compras a tu hijo toda esa comida chatarra y
engordadora… y luego te quejas de que engorde. Tú eres
quien le permite comerla y luego lo criticas y le reclamas. Comprarle y permitirle que consuma esos
dulces es totalmente inadecuado no sólo por el hecho de que suba de peso, sino
porque el exceso de grasas y azúcar, y los alimentos refinados y sin
nutrientes, le causan importantes problemas de salud.
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