Las palabras del Octavo Mandamiento, “No robarás”, al principio parecen
referirse nada más a apoderarse de la propiedad
de otro. Sin embargo, las palabras
hebreas que figuran en el Éxodo 20 se refieren a algo mucho más complejo que el
robo. Esta antigua enseñanza espiritual
muestra claramente cómo podemos actuar con integridad.
La palabra integridad
viene de integritas, que en latín
significa “estar entero o completo”. En
hebreo, la palabra empleada para expresar totalidad y entereza es shalom, que también significa “paz entre
la gente” y “paz en el interior de uno”.
En árabe, la palabra es salaam. Cualquiera que sea la manera en que tu
tradición espiritual denomine a esta sensación de plenitud y paz, tal es la meta de la mayoría de las
personas espirituales. El Octavo
Mandamiento nos dirige a la paz interior.
Ahondando
Sin embargo, para comprender la sabiduría de esta útil
enseñanza hay que ir más allá de la interpretación común – “No robarás” - para llegar a su sentido final. Hay muchas maneras de robar, aparte
de acercarse a una tienda, a una casa o una persona y llevarse algo sin
pagarlo.
Rashi, sabio francés del siglo XI, y Sansón Rafael
Hirsch, alemán del siglo XIX, describen el Octavo Mandamiento como una
advertencia contra “robarle la
libertad a alguien”. En la
antigüedad esto generalmente significaba secuestrar y vender a alguien como
esclavo. En los tiempos modernos, los
ejemplos de robarle a alguien la libertad pueden incluir: un supervisor
que está siempre pegado a uno, es sumamente autoritario, o lo trata a uno como
a un sirviente; un amante posesivo que se pone exigente y dictatorial cuando su pareja
pasa un rato con un viejo amigo; un
padre, amante o amigo que no quiere que uno tenga tiempo para estar solo; un padre despótico que se niega a dejar
que un hijo adulto tome decisiones o tenga una vida independiente.
Además de esta interpretación, muchos eruditos indican
que el Octavo Mandamiento es también una advertencia contra el engaño y la
manipulación. Ya en el siglo II, el
rabino Ismael sostenía que “el peor ladrón es el que usa el engaño para
robar la buena opinión de la gente”.
En el siglo XX, el rabino Nosson Scherman hace una interpretación
similar en The Stone Edition Chumash,
guía muy consultada del Libro del Éxodo, según el cual, ateniéndose al Octavo
Mandamiento: “Conquistar la gratitud o la estima de alguien por medio del engaño es
una forma de robo”.
Podría ser un político que miente para robar
tu voto, un vendedor o anunciante
que falsifica los atributos de un producto para lograr la venta, o un amigo
o compañero de trabajo que finge estar
de tu parte mientras que secretamente obra en contra tuya; cuando alguien
emplea el engaño o la manipulación para traicionar tu confianza, no sólo te
lastima en el momento presente, sino que también puede hacer menos probable que
confíes o estés abierto a cosas potencialmente buenas en el futuro.
El doctor Lewis Smedes, erudito protestante y profesor
de teología y ética en el Seminario Teológico Fuller de Pasadena, California,
pone un énfasis similar en el engaño y la confianza traicionada como la
enseñanza clave del Octavo Mandamiento: “El mandamiento le hace frente a una
cultura moderna que acepta la codicia como un estilo de autoafirmación. Reconocer la diferencia entre robar y
comerciar es un arte perdido. Todavía
sabemos que cuando un vago le arrebata el monedero a una mujer, está robando; no estamos seguros de si está robando un
redactor de anuncios que le saca dinero a la gente con mentiras seductoras. Sabemos que un ladrón que se lleva el
televisor de una familia pobre está robando; no siempre estamos seguros de si
una compañía que explota los recursos de una nación pobre está robando”.