Susceptibilidad. Piensa bien y acertarás
Las personas susceptibles acarrean una pesada
desgracia: la de ser retorcidos.
Complican lo sencillo
y agotan al más paciente.
Viven siempre con la guardia en alto, a pesar de lo cansado
que resulta.
Son capaces de encontrar secretas intenciones, conjuras o
malévolos planteamientos en las cosas más sencillas.
Imaginan en los ojos de los demás miradas llenas de censura.
Una pregunta cualquiera es interpretada como una indirecta o
una condena, como una alusión a un posible defecto personal.
Con ellos hay que medir bien las palabras y andarse con pies
de plomo para no herirles.
La susceptibilidad tiene su raíz en el egocentrismo y la
complicación interior: “que si no me
tratan como merezco…, que si ése qué se ha creído…., que no me tienen
consideración…, que no se preocupan de mí…., que no se dan cuenta…”, y así
ahogan la confianza y hacen difícil convivir.
Veamos algunos ejemplos de ideas para alejar ese peligro:
· * Guardarse
de la continua sospecha, que es un fuerte veneno contra la amistad y las
buenas relaciones familiares.
· * No querer ver segundas intenciones en todo lo
que hacen o dicen los demás;
· * No ser
tan ácidos, tan críticos, tan
cáusticos, tan demoledores: no se puede
ir por la vida dando manotazos a
diestro y siniestro;
·
Salvar siempre la buena intención de los demás;
no tolerar en la casa críticas sobre familiares, vecinos,
compañeros o profesores de los hijos;
· * Confiar en
que todas las personas son buenas mientras no se demuestres lo
contrario: cualquier ser humano, visto
suficientemente de cerca y con buenos ojos (Plotino decía que todo es bello
para el que tiene el alma bella), terminará por parecernos, en el fondo, una
persona encantadora: es cuestión de
verle con buenos ojos, de no etiquetarle por detalles de poca
importancia o juzgarle por la primera impresión externa:
· * No
hurgar en heridas antiguas, resucitando viejos agravios o alimentando ansias de
desquite;
·
Ser leal y hacer llegar nuestra crítica antes al interesado: darle la
oportunidad de rectificar antes de condenarle;
y no hasta con decir: “si ya se
lo dije y no hace ni caso…”, porque además muchas veces no es verdad:
· * Soportarse
a uno mismo, porque muchos que parecen resentidos contra las personas
que le rodean, lo que en verdad les sucede es que no consiguen luchar con
deportividad contra sus propios defectos.
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