Hábitos
¿Has notado que las personas con hábitos
inadecuados son las últimas en darse cuenta de ellos? Es justamente la persona con mal aliento la
que no advierte que ahuyenta a los demás.
El eterno comedor de ajos es el último en notar su pestilencia.
¿Qué conclusión podemos obtener con respecto
de nuestros propios hábitos irritantes?
Que generalmente somos los últimos
en darnos cuenta de ellos.
Una amiga mía habla y habla y habla. Conversar con ella es como pararse delante de
una ametralladora. Es muy inteligente y
culta, pero no advierte el efecto que causa en la gente. Es famosa por sus monólogos
interminables. Le han hecho notar el
problema en más de una ocasión, pero por alguna razón jamás ha parecido captar
el mensaje. Está baldada socialmente y
no lo sabe.
Debemos estar conscientes del efecto que
causamos en los demás y estar preparados para tomar medidas al respecto. Cuesta muy caro vivir con excusas como: “es que yo soy así”. Si varias personas nos confiesan que hablamos
demasiado, que somos muy impuntuales, que siempre sermoneamos, que tenemos mal
carácter o malos modales, podemos sacar provecho de dicha información. Suele ser una señal de que existe un problema
en nosotros.
Una manera de mejorar la percepción de uno
mismo es hablar con amigos verdaderamente de confianza. Acude con quienes no te sobajarán
deliberadamente y pregúntales: “¿qué
impresión causo?”. Confiésales que te
interesa superarte y que esperas de ellos una respuesta enteramente franca.
He aquí algunas preguntas que pueden servirte
como punto de partida:
¿Hablo demasiado?
¿Me quejo demasiado?
¿Bebo demasiado?
¿Tengo mal aliento?
¿Soy ofensivo en mi forma de hablar?
¿Hablo demasiado sobre mi salud, mi pareja, mi
insomnio? ¿Acerca de mi dinero, mi entrenamiento físico, etcétera?
¿Cómo son mis modales en la mesa?
¿Cómo con la boca abierta?
¿Soy aburrido?
¿Parte de mi guardarropa debería tirarlo a la
basura?
Estas son preguntas muy personales, ¡pero
tienes que hacerlas! Lo que tus amigos
te digan no lo tomes como verdad absoluta, pero considera muy seriamente sus
puntos de vista. Hazte la siguiente
pregunta: “¿otras personas me han dicho
lo mismo antes?”, o ¿qué me parecería
vivir o trabajar con una persona como yo?”.
Puede ocurrir que tu manera de ser irrite a
los demás y, sin embargo, decidas no cambiar.
Si es así, al menos intenta estar consciente de lo que haces y de lo que
puede costarte esa clase de comportamiento.
Algunas personas asumen la siguiente
actitud: “mi único problema son los
otros cinco mil millones de habitantes que viven en este planeta. Yo soy perfecto, pero ellos no me entienden…”
En un orden ideal de cosas, los demás siempre
se muestran tolerantes ante nuestras debilidades, pero no siempre puedes contar
con ello. El hecho de que tú decidas ser
tolerante no quiere decir que los demás también lo serán. Muchos aspirantes a ejecutivos han sido
desdeñados por vestir descuidadamente.
Muchos matrimonios han fracasado porque la esposa habla sin cesar y el
marido jamás la escuchaba.
EN SINTESIS: Las
personas sobresalientes desarrollan una particular conciencia de sí, que
los hace ser aceptados por los demás.
Para ejercer sobre la gente una influencia positiva debemos desarrollar
ese tipo de conciencia en nosotros mismos.
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