La pregunta es: ¿por qué la ira no sólo persiste sino que se
incrementa?
En
primer lugar, el enojo es una emoción humana normal. Todo el mundo se enoja. Alguien preguntó una vez al Dalai Lama qué
pensaba de las personas que estudiaban las enseñanzas del budismo y luego
usaban ese conocimiento para ganar dinero.
Al principio, su respuesta fue moderada.
Pero a medida que prosiguió, su cara enrojeció. Aun cuando él es la encarnación de la
paciencia y la compasión, el propio Dalai Lama ha aceptado que se enoja. El objeto de este libro no es eliminar la ira,
sino colocarla y expresarla en un contexto diferente.
La
segunda razón de la persistencia de la ira es que no hay una alternativa obvia. Este libro ofrecerá una, basada
en las enseñanzas budistas, pero no requiere alguna creencia religiosa
específica. Tampoco es una psicoterapia,
salvo en el sentido en que lo entiende el terapeuta Gestalt Fritz Perls: “La conciencia es una terapia per se”. Este libro puede resumirse muy bien así: Te estás golpeando la mano con un
martillo. Si te detienes, te sentirás mejor.
Se nos ha condicionado de muchas maneras con
el fin de utilizar la ira como herramienta para lograr nuestros objetivos. La mayoría de las personas no cuestiona esta
práctica y se olvida casi por completo de sus costos. Mi experiencia al impartir el taller es que,
una vez que las personas se dan cuenta de que existe una alternativa, su ira
empieza a disiparse.
La tercera razón de la persistencia de la ira
es que es adictiva.
La ira se acompaña de cierta euforia física y emocional. La sensación física se activa por la
liberación de adrenalina, la cual produce un aumento de la presión
arterial. Esta “euforia” de la ira se vuelve
tan adictiva como el tabaco o el alcohol.
Al igual que otras adicciones, el enojo tiene su precio, el cual puede
incluir ataque cardiaco, apoplejía y otros problemas de salud. He oído a personas decir: “Sólo me siento realmente vivo cuando me
enojo”. Esto equivale a decir: “Sólo me siento realmente sano cuando fumo”. Ambos son ejemplos de cuán equivocados
podemos estar cuando vivimos en lo que el budismo llama maya, el mundo de ilusión creado por nuestros pensamientos.
Las adicciones convencionales, fumar y beber,
son difíciles de abandonar, en parte porque si tienes éxito al dejarlos quizá
te sientas terriblemente durante semanas, meses o incluso años. Los alcohólicos en rehabilitación suelen
decir: “Si estoy despierto, no hay una
sola hora que pase en que no se me antoje un trago”.
Lo bueno de reducir o abandonar la ira es
que, desde la primera vez que eliges NO
enojarte o no dejarte llevar por tu enojo, te sientes mejor. Una vez que has experimentado la diferencia,
no querrás recaer en ese hábito.
Quizá algunas personas arguyan que la ira es
necesaria y sirve para propósitos útiles.
Es verdad; cuando nos enojamos, ese hecho puede ser un indicador de que
algo está mal en nuestra manera de relacionarnos con otros o con nuestro
entorno. La ira también nos puede
impulsar para emprender acciones en relación con algo que consideramos
moralmente incorrecto. Cuando ves que
alguien maltrata a un niño, surge una forma de ira llamada indignación moral. Pero si buscas un remedio sin reflexionar,
bien podría empeorar la situación. Si
ver que una madre abofetea a su hijo una y otra vez, quizá desees interferir de
manera física, tal vez al grado de golpear a la madre. Quizá eso interrumpa el maltrato por un
momento, pero la madre bien podrá añadir esa provocación a sus razones para seguir agrediendo al niño
en una ocasión posterior.
Por otro lado, si observas las opciones
disponibles con la cabeza más fría, quizá descubras una manera de intervenir
que no agrave el conflicto entre la madre y el niño. Sentarte junto a ellos de manera que
propicies que la madre se sienta avergonzada de continuar con el abuso podría
brindar una solución temporal y quizá conducir a una conversación benéfica sin
promover más ira contra el niño.
Actuar con base en la indignación moral nos
exige detenernos a considerar las mejores opciones para enderezar la
situación. Cuando sólo actuamos con base
en la ira, sin considerar mucho las consecuencias, no buscamos un bien mayor
sino sólo mitigamos nuestra propia molestia emocional. Y el resultado bien podría empeorar la
situación en lugar de mejorarla. Ciertas
disciplinas, en particular las artes marciales, enseñan que cuando actúas con
base en la ira eres más susceptible de perder.
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