MANEJO DE LA DEPRESION
Todos pasamos por etapas en que la vida nos parece
extremadamente difícil: cuando nos
quedamos solos, cuando no podemos pagar nuestras deudas, cuando nos quedamos
sin empleo, cuando perdemos a un ser querido.
En circunstancias así nos preguntamos si lograremos sobrevivir otra
semana ¡El hecho es que, de una forma u otra, generalmente lo logramos!
Puede ocurrir que perdamos la perspectiva e imaginemos que
las cosas son más sombrías de lo que realmente son. Podemos pensar que el futuro es un campo
minado de problemas y dudamos que alguien pueda lidiar con lo que nosotros
enfrentamos.
Sería estúpido el que una persona que va a hacer un viaje de
un día llevara provisiones para toda la vida.
¿No es extraño entonces, que muchos de nosotros nos echemos encima todas
las aflicciones de los próximos veinticinco años, y luego nos preguntemos por
qué la vida es tan difícil? Fuimos
diseñados para vivir no más de veinticuatro horas al día. Ni una más.
No tiene sentido angustiarnos hoy por los problemas de mañana.
La próxima vez que te asalte la desesperación pregúntate lo
siguiente: “¿Tengo suficiente aire para
respirar?” ¿Tengo comida para hoy?”.
(¡Si las respuestas son afirmativas, ya van mejorando las cosas!)
Frecuentemente no advertimos que nuestras necesidades
básicas están satisfechas. Me gusta la
historia del hombre que llamó por teléfono al doctor Robert Schuller. La conversación transcurrió de la siguiente
manera:
- Este es el fin – dijo el hombre. Estoy acabado. Se me terminó todo mi dinero. Lo he perdido todo.
- ¿Aún puedes ver? – Preguntó el doctor Schuller.
- Sí, aún puedo ver – respondió el hombre.
- ¿Aún puedes caminar? – inquirió nuevamente el doctor.
- Sí, aún puedo caminar – contestó aquél.
- Evidentemente aún puedes ori – agregó el doctor Schuller.
Porque de otro modo no me habrías llamado por teléfono.
- Sí, aún puedo oír.
- Es claro que aún conservas todo – dijo el doctor
Schuller. ¡Lo único que perdiste fue tu
dinero!
Otra pregunta que podemos hacernos es: “¿Qué
es lo peor que podría pasar? Y si eso
pasara, ¿seguiría con vida?”. Con demasiada frecuencia exageramos las cosas
fuera de toda proporción. En la mayoría
de los casos lo peor que puede pasar es, sin duda, muy grave, pero no es el fin
del mundo.
La siguiente pregunta que tienes que hacerte es: “¿Me lo estoy tomando demasiado en
serio?”. ¿Alguna vez has pasado una
semana casi sin dormir por un asunto que tus amigos ni siquiera
considerarían? Esto se debe a que
tomamos las cosas demasiado en serio.
Nos imaginamos que todo el planeta está al pendiente. Pero no es así. ¿Y si así fuera, qué? Quizá vives tu vida como mejor sabes hacerlo.
Siguiente pregunta:
“¿Qué estoy aprendiendo de esta situación?”. Si miramos retrospectivamente, por lo general
podemos aprender de las épocas difíciles.
Lo complicado es ser lo bastante equilibrados y conscientes como para
aprender mientras sufrimos. La gente
feliz tiende a considerar las épocas difíciles como valiosas experiencias. Mantienen la frente en alto, no dejan de
sonreír, saben que las cosas habrán de mejorar y que cuando salgan de la prueba
por la que están pasando serán mejores seres humanos. ¡Se dice fácil!
Otra pregunta: si el
problema realmente es grave, ¿voy a estar bien dentro de cinco minutos? Una vez que hayas logrado salir adelante en
esos cinco minutos, ponte como meta los cinco minutos siguientes. Consume el sufrimiento a mordiditas. Te ayuda a evitar la indigestión. También procura mantenerte ocupado. Dedícate a un trabajo que te permita volcar
toda tu energía. Siempre nos sentimos
mucho mejor cuando nos mantenemos ocupados.
¿Qué más puedo hacer?
Quizá la mejor manera de sentirnos en paz interiormente es
hacer algo por otra persona. La
autoconmiseración y preocupación excesiva derivan del hecho de estar absortos
en nosotros mismos. En cuanto empiezas a
hacer felices a otros, ya sea que les mandes flores, les arregles el jardín o
les dediques tu tiempo, ¡te sientes mejor! Es automático, simple y hermoso.
EN SINTESIS: Los desastres son menos desastrosos si
lidiamos solo con un problema a la vez.
Mientras más pronto nos demos cuenta de la ganancia que puede derivarse
de dicha experiencia, más fácilmente podremos enfrentarla.
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