Las ofensas
Así que la próxima vez que tu vecino te vea en tu auto nuevo
y te diga; “¡ni siquiera trabajas y te
dan para tus carcachas!”, respóndele: “ ¡qué maravilla! ¿No te parece?” No tienes que justificarte. Sonríe.
Olvídate del asunto.
Cuando tu cuñada se queja:
“¡tú siempre estás de vacaciones!”, dale la razón. “¡Así es!, ¡nos encantan las
vacaciones!” Cuando tu cuñado Fred te
diga: “Caramba, ¡seguro que tiraste una
fortuna para construir esa alberca!”, sonríe y respóndele: “ ¡te aseguro que sí! ¡Detesto las albercas baratas!” No
permitas que esa clase de comentarios te enojen. No ganas nada con atacar a tu cuñado Fred, a
tu hermana o al resto de la gente.
Si impartes clases o hablas en público, forzosamente te
toparás con latosos que harán comentarios de tipo personal. De nuevo, la mejor manera de tratar
revoltosos es darles la razón de buen talante.
Cuando el tipoi de la última fila advierta tu error de ortografía en el
pizarrón y comenta con sarcasmo: “¿no se
supone que nuestro maestro debe saber escribir?”, sonríe y responde: “ ¡tienes razón! ¡Se supone que debería saber escribir!” Si tratas de defenderte delante de una
multitud, ¡te ahogarás en el mar! Debes
condescender, o bien discriminar todo aquello que escuches y ceñirte
exclusivamente a los asuntos de los que quieres hablar.
En síntesis
Solo la gente
insignificante hace comentarios desagradables;
solamente las personas insignificantes se sienten aludidas. Sé grande.
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