jueves, 19 de julio de 2012

Del Libro “Por favor podría mi verdadero yo ponerse de pie?, de John Powell….



  

Debemos evitar la acumulación de tensión.

Encuesta:
  1. ¿Lo irritan los detalles menores?
  2. ¿Tiene problemas para dormir?
  3. ¿Se levanta por la mañana sintiéndose cansado y de mal humor?
  4. ¿Se preocupa mucho?
  5. ¿Se siente atrapado?
  6. ¿Suele reñir con quienes están más cerca de usted?
  7. ¿Padece de frecuentes síntomas físicos (dolores de cabeza, indigestión, alergias, etcétera?

Nota: Si respondió  “SI” a una sola de las anteriores preguntas, puede estar experimentando una acumulación de tensión.


Normalmente, aludimos a la tensión sólo cuando uno de los llamados “órganos blanco” (cabeza, estómago, piel, espalda) nos envía una señal de ansiedad.  Desarrollamos dolor de cabeza, malestar estomacal, irritación en la piel, o dolores en la parte baja de la espalda.  El cuerpo hace todo lo posible para advertirnos que las presiones se están acumulando. O, podemos perder el apetito o empezamos a comer con voracidad, dependiendo de la forma en que reaccionamos ante la tensión.  Casi siempre nos inclinamos a “reaccionar con exageración” porque la realidad se ha distorsionado y hemos perdido la perspectiva.  El ruido más leve se vuelve insoportable.  La broma más inocente se interpreta como persecución.  Los pequeños obstáculos de la vida empiezan a parecer montañas.

Algunas personas han sugerido que el manejo de la tensión debe ser holístico, debe afectar todas nuestras partes.  Por consiguiente, se debe considerar:

Físicamente:  Realizando ejercicio físico y consumiendo una dieta balanceada.
Emocionalmente:  Expresando todos nuestros sentimientos significativos en el momento en que los tenemos.
Socialmente:  Telefoneando a un amigo, asistiendo a una fiesta, reuniéndose con gente a quien queremos.
Intelectualmente:  Alimentando la mente con la lectura, haciendo un crucigrama, asistiendo a una conferencia.
Espiritualmente:  Admirando la belleza del mundo, escuchando música;  dedicando diez minutos diarios a la meditación o a la oración.



Hablemos de los efectos del ejercicio físico.  Cuando quemamos la acumulación de tensión con una caminata diaria, o trotando de una manera vigorosa, o en un sudoroso partido de raqueta, o con una enérgica nadada;  limpiamos de nuestro cerebro de la torrente sanguínea los elementos bioquímicos de la tensión.  Al mismo tiempo, despejamos los canales de la comunicación, nos volvemos mucho más capaces de hacer una reflexión tranquila.  Empezamos a aceptar las diversas situaciones de la vida de una manera más tolerante y tranquila.

La apertura emocional.  Gran parte de nuestro estrés proviene de emociones reprimidas o embotelladas.  A veces concibo el proceso de suprimir nuestros sentimientos como estar aplastando un resorte emocional.  Para hacerlo tenemos que detener el resorte abajo, lo cual requiere de un prolongado esfuerzo.  Cuando por fin la tensión se vuelve insoportable, de pronto explotan nuestras emociones.  El resorte no se puede contener más tiempo.  Los espectadores de la explosión emocional de este tipo por lo general se quedan desconcertados.  Ignoran por completo el prolongado esfuerzo anterior para mantener ese resorte abajo.  Sólo quedan sorprendidos por la repentina e inesperada explosión.

Es como la tensión en la cuerda de un violín o de una guitarra.  Si está muy tensa, se romperá.  Si no hay tensión tampoco habrá música.  Y por consiguiente, el estrés en sí  es neutral.  Sin embargo, nuestras reacciones hacia éste, basadas en nuestras creencias y valores personales, son lo que le dan al factor de tensión un poder positivo o negativo sobre nosotros. 
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