Del libro “Por el placer de vivir” de César Lozano
En la etapa del enamoramiento todo lo vemos color de rosa.
Vemos en nuestra pareja cualidades que tal vez no tenga, pero como la idealizamos,
todo en ella nos parece maravilloso y no toleramos crítica alguna que pueda
dañar la imagen del ser querido. Al respecto, le dice una amiga a una novia
enamorada:
– Oye ¡que enojón es
tu novio! ¡Qué mal te trata, siempre a gritos y con ofensas!
– ¿Tú crees? – le
contesta – ¡Pero en el fondo es muy bueno!
– Se me hace – le dice la otra – que a tu novio no le gusta
trabajar; nunca vemos que haga algo.
– No creas eso – contestó la enamorada –, lo que pasa es que
no ha encontrado el trabajo adecuado, un trabajo de acuerdo con su
personalidad. En todos los lugares lo han tratado muy mal y por eso no dura,
pero no es flojo. Solamente tiene cuatro años que no encuentra el trabajo
ideal. Además, él nació para ser jefe, no para empleado.
¿Así o más bruta? Lo más grave es que ¡es una
historia real!
El enamoramiento nos hace ver cualidades en tal o cual
persona, y pasamos por alto sus defectillos, hasta nos caen en gracia.
Todo en esa persona es aceptable, todo en ella es gracioso, pero la realidad es
otra. El verdadero amor nos hace ver y aceptar a la persona reconociendo sus
cualidades y sus defectos. Con el trato y el tiempo nos damos cuenta de que
si aun con sus defectos y mis defectos el amor y la disposición pueden perdurar
para seguir juntos.
Cuando una relación se basa solamente en vivir y disfrutar
el momento, sin pasar de lo emocional a lo cerebral, se corre el riesgo de
enfrentar en poco tiempo desilusiones y frustraciones, porque podemos descubrir
en el ser que idealizamos ciertas actitudes que se convierten en un verdadero
martirio y por eso se fuga la felicidad.
Por esas y otras razones, es de suma importancia estar
juntos durante un tiempo razonable, cuando menos para que afloren las virtudes
y defectos antes de pronunciar el “Sí, acepto”.
Decidir la convivencia para siempre con alguien implica gran
responsabilidad en la pareja, renunciar al ego de ambos, mutua tolerancia, para
que después no sientan que están durmiendo con el enemigo.
Eso lo viven miles de mujeres y hombres en el mundo; todos
tenemos libre albedrío para elegir con quien compartir nuestra vida, formar una
familia o vivir en la soltería. El resultado depende de la buena elección que
hagamos.
Desde el principio, hay puntos que la pareja debe aclarar
durante el noviazgo, con el fin de fincar un sólido matrimonio:
* ¿Cuántos hijos tener?
* ¿Qué importancia tiene la religión en su vida y en
la de sus hijos?
* ¿Cuál es el rol que llevaremos en cuanto a orden,
limpieza y recursos económicos?
* ¿Cómo ven la relación con los padres de ambos y qué
tanto participan en las decisiones de ellos?
* ¿Hasta dónde llevar la convivencia con mascotas?
* ¿Afrontarán por igual las actividades en el hogar?
* ¿Trabajarán fuera del hogar los dos o sólo uno?
* ¿Están llevando un noviazgo en armonía?
* ¿Si alguno de los dos tiene vicios (alcoholismo,
tabaquismo, drogas, etcétera), está dispuesto a padecerlos solo o buscar juntos
la solución al problema?
* ¿Cómo se llevan con sus padres y hermanos?
* ¿Cuál es su actitud cuando conduce un vehículo?
(son muy similares las actitudes que tendrá en otros aspectos de la vida)
* ¿Cómo resuelven sus diferencias con otras personas?
* ¿Sus tratos son siempre honestos?
Estas aclaraciones son básicas y no deben pasarse por alto.
Además, hay otras consideraciones muy importantes para tomarse en cuenta: los sueños,
los anhelos, los proyectos de vida, la fijación de metas,
los celos, el tener un camino planeado donde caminarán juntos.
Lo anterior nos permitirá tener una idea de la vida en
común, visualizar cómo se comportará él o ella en el matrimonio sin cegarse con
la idea de que los vicios se curarán cuando estén juntos por el amor que se
tienen; o un comportamiento agresivo o indiferente desaparecerá como por arte
de magia el día de la boda.